"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

jueves, 25 de abril de 2013

LA SOCIEDAD SIN PADRE (I): La huella del padre



Fragmento del Capítulo 1 de “El padre, el ausente inaceptable” de Claudio Risé

[En el primer capítulo de su libro, Risé enseguida precisa el papel esencial de la figura paterna en la formación del ser humano. Bastan los breves extractos que aquí traduzco para tener una primera medida de la miseria de la ideología antipaterna y de la pedagogía antiautoritaria estrechamente ligada a ésta, así como de los daños inmensos que tales ideas están haciendo. En efecto la demagogia progresista sigue ignorando, por motivos ideológicos, las experiencias que indican los enormes daños producidos por la pedagogía antiautoritaria y lamentablemente la educación hoy en día, y muy especialmente en nuestro país, sigue basándose en gran medida en estas ideas fracasadas y demostradamente dañinas.]


La huella del padre

¿Cuál es la huella, la marca del padre? ¿Qué le falta al hijo que no ha vivido su presencia? […] ¿Qué es lo que hace profundamente distinto a quien ha recibido ese signo, que en él se ha imprimido, respecto al hijo al que esta experiencia le falta?

La huella del padre es la de la herida. El dolor, el golpe producido por la pérdida. El escenario que lo expresa de manera completa, para todo individuo, para todos los tiempos, es el evento que se produce en el Gólgota: el hijo que es herido, en el nombre del Padre. El padre te conduce a la herida, te inicia en el sentido del dolor […]

El padre enseña que la vida no es sólo satisfacción, aprobación, ser tranquilizado, sino también pérdida, privación, fatiga. Las experiencias más profundas, empezando por el amor, tienen su origen y toman forma justamente partiendo de esa pérdida. En la vida del hombre, el padre transmite la enseñanza de la herida porque su función primaria psicológica y simbólica es la de organizar, dar un objetivo, a la materia en la cual el hijo ha permanecido inmerso durante la relación primaria con la madre, que por sí misma tendería simplemente a la continuación de la situación existente. Por esto el padrre inflige la primera herida, afectiva y psicológica, interrumpiendo la simbiosis con la madre […] Quien ha recibido el signo del padre lleva en su organismo psicofísico la marca de la pérdida, como herida profunda, bien visible aunque esté cicatrizada. Este golpe, doloroso, hace a quien lo recibe más fuerte: cuando la pérdida llegue, experiencia no evitable en la vida humana, no lo destruirá psicológicamente y espiritualmente. Al contrario, sabrá extraer de ello el jugo más precioso: el amor. Amor por sí mismo, amor por los demás: ambos de templan en la experiencia de la pérdida, no en la vanidad del éxito, y tampoco en la ilusoria seguridad de la posesión. […]

El hijo que no ha recibido la enseñanza paterna, por ejemplo porque el padre, como tantos hombres hoy en día, no quería saber nada de heridas […] no siente nada. En él no se enciende jamás la conciencia de ningún dolor, si acaso sustituido por una sorda, a veces oculta, depresión. Este hombre que se cree sin heridas, de plástico como el juguete Big Jim, el hombre moderno, que no ha contemplado nunca el misterio de la Pasión, no puede ser a su vez, profundamente, padre.

La primera herida, que el padre trae consigo, y provoca en el hijo, es la separación de la simbiosis con la madre. El hijo vive en una fusión con la madre desde el momento de la concepción. Antes del nacimiento la simbiosis es completa: se encuetra en el cuerpo de la madre y vive a través de sus órganos. A partir de un cierto momento, sin embargo, la misma psique del niño comienza a sentir esta simbiosis total como sofocante y anti-vital. Entonces empieza el proceso de salida del cuerpo materno, que culmina con el momento del nacimiento. Sin embargo el primer llanto sanciona solamente el fin en el aspecto corporal, y sólo parcialmente (el niño por ejemplo debe seguir alimentándose del cuerpo de la madre, con la leche materna) de la simbiosis madre-hijo. Es necesario que esta unión vital continúe, de la manera más plena posible, aún por mucho tiempo: plenamente hasta los tres años, de manera menos completa hasta los cinco, para ser ulteriormente reducida hasta los siete. Durante todos estos años, el primer septenio, la aportación de la madre a la existencia, y a la misma formación psicológica del niño, es decisiva. En la relación con la madre aprende a percibir el propio cuerpo, y a sí mismo como ser diferenciado […] Además, del calor y del afecto que la madre siente por el hijo, y expresa a través de la mirada y las caricias, en breve de cada gesto materno, dependerá después el amor que el hijo sentirá por sí mismo, su capacidad de cuidar de sí mismo, de “quererse bien”. Por tanto, también la capacidad de amar realmente a los demás, que siempre se basa en esta experiencia primaria de un tranquilo amor por sí mismo. Es la simbiosis madre-hijo, su centralidad en la vida del individuo, lo que hace de la presencia, posiblemente feliz, de la madre en los primeros años de vida un pilar de la existencia individual. Por la misma razón, la prolongada o frecuente ausencia de la madre en la relación con el hijo en esos años decisivos, hoy impuesta a menudo por las reglas y las costumbres de la sociedad occidental postindustrial, produce después una serie de daños constantemente observados en la experiencia clínica. Desde una carente percepción de sí mismo como sujeto autónomo, a la falta de amor por sí mismo, a un general debilitamiento del instinto vital, al desprecio por el propio cuerpo y por el alimento destinado a mantenerlo en vida, etcétera.

El enorme significado de la prolongada simbiosis con la madre, en la vida del individuo, es lo que hace tan importante su terminación, decisiva la manera y los tiempos en que tiene lugar. Si la separación no se realiza correctamente, el individuo corre el riesgo de ser durante toda su vida un infante que llora por el objeto amado del cual ha sido separado, y busca en una estéril petición narcisista su mirada de aprobación.

[…] La ruptura, también simbólica, de la unión que funde el niño con la madre ha sido siempre considerada un momento decisivo. Un episodio que al mismo tiempo funda la “nueva” personalidad adulta del individuo que abandona la infancia y junto a ello “refunda” la misma sociedad en la que está destinado a participar, gracias a las fuerzas nuevas que el adepto aporta al grupo. […]

Ser arrancados de los brazos de la madre, como ciertos pueblos tradicionales representan sus ritos iniciáticos, es ya (antes de cualquier otra herida, que normalmente sigue a ese primer gesto) un dolor, y una pérdida decisiva. Sobre ese dolor, y sobre esa pérdida, durante milenios han sido edificadas tanto la personalidad adulta de quien la vivía como la sociedad de la que los “iniciados” entraban a formar parte. La capacidad de soportar todos los dolores sucesivos, y las pérdidas, se fundaba, para estos individuos que se encaminaban a la edad adulta, sobre esta primera herida, sobre este primer dolor, que los transformaba, convirtiendo a los hijos en hombres y en futuros padres.

La sociedad occidental ha decicido, por primera vez en la historia del mundo, prescindir de iniciaciones. Se quiere crecer sin heridas, sin pérdidas […] Desde el punto de vista psicológico el precio pagado por el rechazo a  la separación del hijo, que debe realizar el padre, y su elevación hacia el cielo [como en aquellos ritos de iniciación] es la renuncia a una sociedad de adultos. Hombres y mujeres no son más que “eternos muchachos” y permanecen toda su vida en el plano horizontal de la necesidad, prisioneros de una continua infancia, fatalmente marcada por la depresión, y por la neurosis que castiga toda infracción a las leyes de la naturaleza. […]


El padre y la renuncia a la omnipotencia

EL niño que entra en la relación con el padre, con el hombre adulto, portador de la norma, experimenta que no es omnipotente, que está vinculado por unas reglas, a veces penosas, que debe respetar. Esta aceptación, dolorosa, sin embargo libera del ansia. Cualquier psicólogo, y cualquier educador, conoce bien el ansia característica del niño mimado, al que se le ha intentado evitar la experiencia del límite, de la prohibición, de la regla. El niño se vuelve cada vez más rebelde, hasta desafiar incesantemente el mundo de los adultos y de la autoridad. Aparentemente lo hace por descaro y prepotencia. A un nivel más profundo, en realidad, busca desesperadamente recibir una contención, un freno, una norma. Necesita que le digan: “Esto no debes hacerlo”, y busca por todos los medios satisfacer su necesidad de una Ley.

Una experiencia de esta instintiva búsqueda de la norma se pudo observar, a menudo con sorpresa por parte de los responsables, en muchos de aquellos “jardines de infancia antiautoritarios” que florecieron, sobre todo en las metrópolis, en los años alrededor del 1968, como parte de la búsqueda política y social de la época. Partiendo de la hipótesis de que toda represión era “castrante”, inútil y dañina, se intentó poner a los niños en condiciones de absoluta libertad. Los comportamientos que se manifestaron entre los pequeños fueron esencialmente dos.

En el mejor de los casos se observó una especie de general depresión: sin normas, el niño no sabía qué hacer, incluso jugar se volvía difícil. Los niños solicitaban directivas, estímulos, órdenes, prohibiciones.

A menudo, sin embargo, donde el principio del “antiautoritarismo” fue aplicado de manera más radical, coherente a su manera, fue constatado en los niños (que normalmente entraban a partir de un año y medio de edad) una regresión hacia una especie de marasmo psicótico, un deslizamiento hacia niveles de total desorganización psicofísica, lo que convenció a los operadores mas responsables a abandonar el método, o a cerrar la escuela. Aquella experiencia tuvo por lo menos el mérito de una experimentacion radical, que demostró claramente la impracticabilidad pedagógica del método antiautoritario. El principo de autoridad es constitutivo de la personalidad, y una condición para su desarrollo.

La sociedad que continuó tras el ’68 es la misma que lo había precedido, contra cuya hipocresía el movimiento confusamente intentaba  reaccionar. Es la sociedad de la ausencia del padre, esto es de la ausencia de la norma moral, progresivamente sustituida por la multiplicación de los dispositivos judiciales, y de los reglamentos burocráticos. En esta sociedad, el límite que el niño espera no se imparte nunca claramente, francamente. El ansia del niño crece entonces hasta alcanzar niveles muy peligrosos.

También es esta ansia, que tiene su origen en una petición no satisfecha de normas, la que genera el famoso ADHD, el síndrome de invención americana llamado “desorden de atención por hiperactividad” (Attention Deficit Hyperactivity Disorder). En todo el mundo occidental, pero especialmente en Estados Unidos, se cura con el estimulante Ritalin (un metilfenidato, que es una anfetamina, del tipo de las “prohibidas” a los chavales en la discoteca), y con el antidepresivo Prozac, producidos por dos de las más potentes multinacionales del sector. Hasta hace pocos años el ADHD parecía estar difundido sólo en EEUU, mientras en Europa de frente a estas manifestaciones infantiles aún había maestros dispuestos a recurrir a los tradicionales métodos disciplinarios, que infligían “heridas” narcisistas las cuales absorbian, cicatrizándose, las energías en exceso, y aplacaban el ansia, a través de la contención normativa. En los últimos años, en cambio, con los eslóganes de la political correctness penetrados también en la pedagogía, y el creciente descrédito de la intervención disciplinaria (más gravoso para el educador, y para los padres que deben confirmarlo en casa), el síndrome “desorden de atención por hiperactividad” se ha difundido fuertemente también en Europa y en Italia, así como el uso de las relativas drogas químicas para hacerle frente.

Un aspecto trágico de esta tendencia es que en muchos de estos casos, apresuradamente clasificados como ADHD, la falta de normas ha provocado en el individuo niveles de ansia y tan elevados, una falta de autoestima tal (además de carencias culturales importantes) que no han permitido la constitución de un sujeto que pueda afrontar la relación psicoterapéutica, y tampoco las relaciones en la vida cotidiana. No habiendo un sujeto, ya no es posible tampoco la relación, y el recurso a los fármacos, para contener los comportamientos más destructivos, se hace entonces gradualmente inevitable. Tales desastres son causados, sin embargo, en la grandísima mayoría de los casos, por la falta de contención y direcciones formativas fundamentales en la experiencia afectiva y educativa del niño.

La ausencia de la experiencia de la pérdida genera en efecto ansia.

Mientras en cambio es precisamente el conocimiento, la vivencia consciente de la pérdida, lo que quita cualquier temor, y finalmente solvit metus [disuelve la ansiedad]. Es justamente la conciencia de lo “perdido” para siempre, que en la vida humana está representado por la unidad omnipotente madre-hijo, lo que libera de toda ansia de omnipotencia. Y hoy en día, también de inmortalidad. Delirio angustioso el de la muerte aplazada para siempre, cada vez más frecuente hoy, y en línea con el estilo de la cultura dominante, con sus pretensiones paranoicas de decidir sobre la vida y la muerte. […]

martes, 23 de abril de 2013

CLAUDIO RISÈ: Presentación



En esta breve nota y en los próximos textos de El Velo Rasgado deseo dar a conocer el autor italiano Claudio Risè, que ha escrito numerosos libros y artículos sobre la psicología masculina y la paternidad. En particular ha estudiado profundamente la figura del padre desde el punto de vista de la psicología del profundo, su significado para el crecimiento individual, su importancia para la sociedad. Naturalmente en su obra ocupa un importante espacio la denuncia del orientamento antipaterno y antimasculino de la sociedad actual.



Risé es profesor universitario y escritor, así como psicoanalista de la escuela de Jung. Es también animador e inspirador del movimiento italiano masculinista Maschi Selvatici…que no quiere decir Machos Salvajes sino más bien Varones Silvestres, aunque debo admitir que esto también suena un poco raro en español. Además de la rica página web, Maschi Selvatici organiza encuentros y varias otras actividades a lo largo del año.







Un enlace con algunos artículos de Maschi Selvatici traducidos al inglés







Entre los escritos de Risé destaca el libro “El padre, el ausente inaceptable” en el que son tratados en detalle y con rigor los temas relativos a la paternidad.




Comienza analizando el significado profundo y la mision psicológico-simbólica del padre (Cap.1 “La huella del padre”) así como la relación entre el padre, la religión, la aspiración a la trascendencia y al superamenteo del materialismo (Cap.2 “El padre y Dios”). Pasa a ocuparse de la hostilidad creciente de la cultura occidental contra el padre (Cap. 3 “El Occidente de aleja del padre), cuyos orígenes traza desde la Revolución Francesa e incluso la Reforme de Lutero, la actual, paroxística guerra contra el padre, y la mafia que vive de la destrucción de las familias y la expulsión del padre (Cap. 4 “La fábrica de los divorcios”), mafia infame y criminal gestionada por el feminismo, implantada en Estados Unidos desde hace muchos años y más recientemente en España, como bien y desgraciadamente conocemos. El libro continúa con un estudio de los daños producidos por la ausencia del padre (Cap. 5 “patología de la sociedad sin padre”), relaciona la eliminación de la figura paterna con una gran variedad de taras y desórdenes psicológicos en la sociedad actual, como infantilización, fragilidad, explosiones de violencia “inexplicables” y regresión psíquica generalizada. Después (Capítulo 6 “La remoción de la muerte en la sociedad del ‘padre eliminable’) trata de esa obsesión insana de nuestra sociedad por ignorar la muerte, eliminarla de nuestra conciencia y de la vida, que también tiene relacion con la pérdida del padre. Y finalmente (Capítulo 7 ”El mundo que cambia, del padre eliminable al padre responsable”) se ocupa de las reacciones que empiezan a tener lugar contra esta situación, por parte de las nuevas generaciones víctimas de la devastación provocada por la ideología antipaterna.




Libro excelente en todos los aspectos y absolutamente recomendable, es un duro acto de acusación contra todas las fuerzas que quieren destruir la figura del padre, fuerzas que han hecho y están haciendo un daño inmenso a la sociedad. Pero no es sólo un libro polémico y menos pesimista, al contrario su principal interés es propositivo, sugestivo y movilizante para cualquier padre o quien vaya a serlo, desorientado en esta sociedad que le es hostil, intoxicado por la propaganda antipaterna y la basura de expertos que no son más que los tontos útiles del feminismo, o expertas cuya intención es falsificar la verdad y denigrar la paternidad. Entre tanto mentecato que se llama a sí mismo psicólogo es un placer leer a este autor; entre tanto lavado de cerebro y propaganda ideológica sus escritos son un antídoto potentísimo y unas pepitas de verdad, comparables a pepitas de oro en el océano de inmundicia y estiércol de la cultura actual; como todas las pepitas valiosas son difíciles de encontrar pero una vez encontradas relucen de manera inconfundible.



Esta obra está disponible también en español, por lo cual me limitaré a poner unos pocos extractos para ilustrar su contenido y –espero- animar al lector a adquirirlo.







Este libro por un lado ayudará al lector a ser un padre más completo y verdadero. Por otro lado le hará comprender en toda su profundidad lo miserable y mezquina que es la ideología antipaterna y quienes la promueven, así como el carácter enfermo e insano de una sociedad sin padres.




Sin más que añadir procedo a publicar en los próximos días la pequeña selección de textos tomados de “El padre, el ausente inaceptable”. Este viernes el primero y los otros a lo largo de la próxima semana.

viernes, 5 de abril de 2013

LAS FAMILIAS ARCOIRIS





[Este artículo de Piero Sella fue publicado en el número 71 de la revista italiana L'Uomo Libero. Trata de la campaña de las lobbies homosexuales para imponer sus objetivos en la legislación y la sociedad, en particular para que sus aberrantes familias alternativas sean aceptadas. Este articulo fue escrito en el año 2011, y desde entonces hemos podido observar cómo la situación se ha ido degradando con el tiempo; en la misma Italia, más ‘atrasada’ que España en este sendero del abominio, lentamente se imponen estas aberrantes situaciones y se llega a eliminar la fiesta del padre en ciertas escuelas ante la presencia de niños con dos mamás. Este y análogos hechos demuestran, como he escrito repetidas veces, que aceptar la anormalidad y la aberración lleva fatalmente a la prevaricación, a que los desviados impongan su ley y no dejen vivir a los demás; no pueden dejar vivir a los demás porque la normalidad les recuerda de manera inevitable, fatal, que ellos son los desviados.]



LAS FAMILIAS ARCO IRIS


En un país que ha perdido hasta el último vestigio de su soberanía y es prisionero de estructuras políticas, militares y económicas (la Unión Europea, la Otan, los Bancos Centrales) en las que no tiene ningun peso, es lógico que tambien las costumbres tengan que seguir el camino trazado por otros: es el demencial, insano proyecto de transformar el hombre en algo inedito, en el homo democraticus.



En este contexto crece constantemente la presión mediática para delinear los nuevos, revolucionarios objetivos. Y he aquí, en los programas de entretenimiento televisivo – especialmente los dominicales que garantizan la mayor audiencia – el gran espacio dedicado a cuestiones relativas a los aspectos más escabrosos de la sexualidad.



En tales ocasiones se centra la atención en personajes que se declaran atraídos indiferentemente por hombres o por mujeres, o que narran, distendidos y alegres, las circunstancias de su salida del armario, la manera en que han puesto al corriente su propia familia acerca de su homosexualidad. Se presentan también padres que, años después de la revelación, se declaran arrepentidos por habérselo tomado de mala manera en un primer momento. La progresiva degradación cualitativa de la televisión – pública y privada – ofrece a las vanguardias de la revolución un buen trampolín de lanzamiento. Les permite salir del aislamiento, gozar de una atmósfera de complicidad garantizada por los presentadores y los cazurros aplausos del público convocado, y sacar provecho de la sociedad democrática – un organismo privado de anticuerpos – que deja libertad de movimiento a la lobby para una drástica, radical inversión de los valores.



La presión mediática es por tanto la brecha a través de la cual los homosexuales, una congregación potentísima y ramificada, se abren camino y operan para ver concretemente reconocidos por la ley sus propios objetivos contra natura. Que detrás de las citadas transmisiones esté el deliberado intento de subvertir la vigente legislación familiar sustituyéndola con los modelos occidentales más avanzados, lo han demostrado dos parejas de homosexuales, una de hombres, otra de mujeres, huéspedes en un plató televisivo hace pocas semanas.



Los cuatro forman parte de Familias Arcoiris, Asociación de padres homosexuales (www.famigliearcobaleno.org). La asociación se propone obviamente favorecer la “paternidad” y “maternidad” de sus miembros. ¿De qué manera? Cualquier solución es tomada en consideración con tal de que excluya el horror de una procreación normal, la que vige desde siempre entre un hombre y una mujer.



Pero es oportuno, llegados aquí, resumir lo que las mismas parejas han contado a los telespectadores.



Los dos “hombres” han alquilado en Estados Unidos un útero en el cual ha sido implantado un óvulo para este fin adquirido y fecundado. La operación, repetida dos veces, ha tenido éxito y así hoy los dos “esposos” pueden vivir con dos niños que les llaman papás.



Presentadora y público intervenían inconscientes y alegres. No lograban evidentemente imaginar el desconcierto de los dos pequeños que no tienen una madre, viven con dos maricones y, para no ser escarnecidos por sus compañeros, están obligados a ir a una costosa escuela privada. En ella el personal ha sido instruido para seguir el juego y reducir al mínimo sus traumas. ¿Qué futuro familiar y social podrán tener los dos desgraciados?



Las dos “mujeres” – una extranjera, americana y judía, el “hombre”, la otra más joven, italiana – “han tenido” de esta última un niño, con el que viven y que llama a ambas “mamá”. Sería cruel explicarle al pequeño que mamá tiene sólo una, pero es lesbiana y vive con una amante de su mismo sexo.



Notemos antes de nada que la ley italiana no reconoce y no tutela convivencias y arreglos familiares de este tipo.



Los casos ilustrados, orgullo de Familias Arcoiris, han podido verificarse sólo violando la ley y con la ayuda de organizaciones políticamente afines, que ponen a disposición clínicas y médicos.



¿Cómo puede permitirse libertad de acción para asociaciones que tienen como objetivo declarado la propaganda de comportamientos contrarios a al normativa vigente y que sugieren descaradamente la manera de evadirla, proporcionando a tal fin consejos e indicaciones?



No nos interesan las relaciones interpersonales que ligan entre sí a los homosexuales, pero es intolerable que esta gente, aprovechando de manera distorsionada del progreso científico, pueda jugar con la vida, arrastrando menores inocentes en la obsesiva, turbia atmósfera de malestar en que ellos viven.


La magistratura, que hasta la fecha ha correctamente rechazado, según el espíritu de la ley, todos los ataques contra la familia tradicional, debería ampliar su radio de acción. La peligrosa difusión de estos comportamientos subversivos, la gravedad de las violaciones cometidas, las ramificadas complicidades configuran más allá de toda duda el delito de asociación con fines delictivos. Una acción exenta de remilgos debería en primer lugar negar cualquier reconocimiento en nuestro país a las situaciones fruto del delito. Los menores que han sido introducidos en Italia por “familias arcoiris” deberían ser sustraídos a la patria potestad de aquellos individuos que han demostrado claramente ser no aptos para ejercitarla.



En espera de que la ley decida sobre ellos, estos menores deberían considerarse como “cuerpo del delito” y ser alejados de la “familia arcoiris” en la que han tenido la mala suerte de caer. Prescindiendo de la pesada herencia genética que pesa sobre sus espaldas, creeemos que crecer en un orfanato sea de todos modos bastante más educativo que vivir con dos padres del mismo sexo.



*   *   *



Mayor atención se debería prestar también a las adopciones. Se hacen cada vez más insistentes las presiones para conceder también a los singles la posibilidad de adoptar. Se trata de una abertura por la cual hordas de pederastas impacientes esperan penetrar.



Los menores a adoptar además, son hoy considerados únicamente como sujetos pasivos, y no se les involucra en las indagaciones habituales que se limitan a establecer la idoneidad de quien los adopta. Sería en cambio deseable que psicólogos encargados por los tribunales se encontrasen con los menores, para comprender e informar sobre los límites de su disponibilidad. También en el caso de que la familia adoptiva tenga ya hijos, para impedir que el egoísmo altruista de los padres pueda desbordar en la imposición a los hijos naturales de hermanos no deseados y por tanto incompatibles.



La existencia de la globalización sugiere ulteriores cautelas. Los prejuicios antiracistas pueden tener consecuencias devastantes. Una cosa es la tolerancia; otra es imponer por ley un único modelo de sensibilidad etica y estética. Pensad a los traumas personales y sociales de un niño blanco adoptado por una pareja de negros ricos, o en una familia donde el padre y la madre adoptivos tengan un color de piel diferente.



*   *   *



Se podrá objetar que lo que defiende “Familias Arcoiris”no desentona mucho en el panorama de una sociedad que ya parece haber digerido casi todo.



Lo que molesta es sin embargo la insistencia en querer teorizar la legimitidad de ciertos comportamientos, predicar su difusión, las presiones para adaptar a ello la legislación vigente. Preferimos los “pecadores” que actúan individualmente, que no hacen cruzadas, que no se comportan como misioneros y se conforman con que les dejen en paz.



La gente ha comprendido esta diferencia y se ríe cuando Vendola dice que, por sus relaciones femeninas, Berlusconi es la vergüenza de Italia.



Piero Sella




"El homosexual, cuando es un ‘verdadero’ homosexual, no tiene interés en construir la sociedad pues él mismo, lo reconozca o menos, vive con ansia su propia condición y ve en la sociedad a su enemigo. La sociedad, en efecto, es tal solamente si está al servicio del grupo, si garantiza la continuacion de la vida del grupo, y el individuo, cualquier que sea su manera de vivir, no está nunca del todo separado.”



“El homosexual al poder codifica y simboliza el fin de la sociedad.”



Ida Magli, antropóloga, en “Il mulino di Ofelia, 2007”