[Esta página lleva bastantes meses inactiva por falta de tiempo para traducir y preparar los textos, pero al fin y al cabo lo importante es que estos textos estén disponibles. Intentaré seguir publicando con cadencia variable. Hoy publico un breve artículo de Massimo Fini sobre la degradación de la espiritualidad y en particular el cedimiento cada vez mayor de la Iglesia Católica y su pérdida de valores espirituales.]
Massimo Fini
Il Fatto Quotidiano, 13 de octubre de 2012
[...] [En un programa de televisión
dedicado a los Beatles] se ha dicho que los cuatro chicos de Liverpool trajeron
el Oriente a Europa. Observación correcta e inteligente, pero se habría debido
añadir “a nivel de la cultura de masas”. En la época moderna (los Griegos,
sobre todo Heráclito, tenían contactos con el budismo ya en el siglo VI a.C.)
fueron primero Schopenhauer y luego Nietzsche quienes se dirigieron a Oriente.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX también el arte europeo mira
hacia Oriente. El trazo de Aubrey Beardsley, que ilustró la Salomé de Oscar
Wilde, es el mismo que el de los diseños de la caligrafía japonesa [...] El
extraordinario París de los años 20 y 30 pululaba de artistas japoneses (el más
conocido es Foujita). Esta mirada hacia Oriente y sus filosofías expresaba una
necesidad de espiritualidad frente al iluminismo racionalista, materialista de
derivación kantiana, hegeliana, marxista, liberal que, comenzado con la
Revolución Industrial, era dominante.
Naturalmente se trataba de un fenómeno de
élite. Se ha presentado a nivel de masa en los años sesenta, con los Beatles y
la experiencia hippy, llegados tras la corriente de pensamiento individualista
y totalmente atea del existencialismo, como testimonio de un malestar frente al
devorante economicismo del modelo de desarrollo occidental. Pero puesto
que tal modelo, no por culpa de alguna diabólica ‘spectra’ que todo domina y
todo controla, sino por su intrínseca, y terrorífica, capacidad de potenciarse
a sí mismo, de una manera no diferente a la de las células tumorales, es capaz
de englobar todo, incluso lo íntimamente antagonista, he aquí que la necesidad
de espiritualidad se ha transformado casi inmediatamente en consumo de
espiritualidad. La New Age, vamos. Se ven así señoras (el
fenómeno afecta sobre todo a las mujeres), pero también jóvenes, sentarse en
círculo recitando el mantra ‘Nam Myoho Renge Kyo’ creyendo así salvarse el
alma. O leer a Osho que es una especie de chuleta o breviario sincretista de
varias religiones orientales y otros textos más o menos esotéricos. O llegando,
para no perder demasiado tiempo en la meditación y en la contemplación, a la
cartomancia y al horóscopo.
“Mujer
y bueyes de tus lugares”
decía el refrán. También las religiones (como la democracia) y con más razón si
tienen raíces profundas, no se pueden trasvasar a placer de una cultura a otra.
Pero el hecho es que la Iglesia, católica, apostólica, romana, no ha sido capaz
de interceptar esta exigencia de espiritualidad. También ella, aunque sea
bimilenaria, se ha convertido en hija de su tiempo. Con el Concilio Vaticano
II, del cual se celebra estos días el cincuentenario, se ha abierto al tema
social. El Papa Wojtyla ha utilizado tan masivamente los medios de la
modernidad (aviones, viajes, los ‘eventos’ espectaculares, el ‘papamóvil’, los
‘papaboys’, etc...) que se ha confundido con ella. Se había convertido en una popstar. Como los Beatles. Pero no sabía
ni siquiera cantar.
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