[Este texto de Romualdi data de 1966, cuarenta y cinco años que no le han hecho perder actualidad y en los cuales los actores políticos y los nombres han cambiado, pero no la sustancia de lo que se dice en este artículo. El término "Destra" utilizado por Romualdi no se corresponde más que parcialmente con la derecha o las derechas españolas, tiene un sentido mucho más amplio y no sólo político. Es engañoso también porque el autor habla de Italia y la historia política española -evidentemente- fue totalmente distinta hasta los años 70. Pero aún así creo que el lector podrá sin problemas "transponer" al momento actual el contenido de este texto. He traducido simplemente "Destra", en el sentido de visión del mundo, como "Derecha" o "Derechas" y el propio texto indica cómo se debe interpretar.]
¿Por qué no hay una cultura de Derechas?
Uno de los motivos recurrentes en nuestro ambiente es la condena del compacto alineamiento izquierdista de la cultura italiana. Esta condena se formula de una manera en parte dolorosa, en parte sorprendida, como si fuera innatural que la cultura esté comprometida con aquella parte mientras en la Derecha se encuentra un vacío casi completo.
Normalmente uno intenta entender este estado de cosas con recursos a buen mercado, ese tipo de explicaciones que valen para tranquilizarse a sí mismo y permiten quedarse en la superficie de las cosas.
Se dice –por ejemplo- que la cultura es de izquierdas porque allí está la mayor cantidad de dinero, de editoriales, de medios de propaganda. Se dice también que bastaría un cambio en la dirección del viento para que muchos “izquierdistas” se replanteasen su engagément.
En todo esto hay algo de verdad. Una cultura, o mejor dicho, la base de lanzamiento que necesita una cultura, es también organización, dinero, propaganda. Sin duda el aplastante predominio de las editoriales de tendencia marxista, del cine socialcomunista, invita al engagément muchos que –en un clima distinto- permanecerían neutrales.
Pero esto no debe hacernos olvidar la verdadera causa de la hegemonía ideológica de la Izquierda. Ésta se apoya en que allí existen las condiciones para una cultura, existe una concepción unitaria de la vida materialista, democrática, humanitaria, progresista. Esta visión del mundo y de la vida puede asumir distintos matices, puede convertirse en radicalismo y comunismo, neoiluminismo y cientificismo con un fondo psicoanalítico, marxismo militante y cristianismo positivo orientado a lo “social”. Pero en cualquier caso siempre nos encontramos de frente a una visión unitaria del hombre, de los fines de la historia y de la sociedad.
De esta concepción común surge una masiva producción de ensayos, histórica, literaria, que puede ser mezquina y mediocre, pero tiene una lógica y una íntima coherencia. […] En la otra parte, en la Derecha, nada de esto. Se merodea en una atmósfera deprimente hecha de pequeño conservadurismo y mentalidad burguesa de buen ciudadano. Se leen artículos en los que se pide que la cultura tenga mayor consideración hacia los “valores patrióticos” y la “moral”, todo ello en una pintoresca confusión de ideas y lenguajes.
En la Izquierda se sabe bien lo que se quiere, […], siempre se trabaja con un fin determinado, para la difusión de una cierta mentalidad, de una cierta concepción de la vida. En la Derecha se dan tumbos en la incertidumbre, en la imprecisión ideológica. […] Quizás los hombres cultos de derechas no son menos que los de izquierdas […] pero mientras el hombre de izquierdas tiene elementos de cultura de izquierdas, y le suenan por ejemplo Marx o Freud, el hombre de derechas difícilmente posee una conciencia cultural propia de la Derecha.
No sospecha la importancia de un Nietzsche en la crítica de la civilización, no ha leído nunca una novela de Jünger o Drieu la Rochelle, ignora “La Decadencia de Occidente” y no duda de que la Revolución Francesa haya sido una gran página en la historia del progreso humano. Mientras se permanece en el campo de la cultura es un buen liberal, quizás algo nacionalista y patriota. Es sólo cuando se empieza a hablar de política que se diferencia […]
Basta poco para darse cuenta de que si falta una cultura de Derechas esto sucede porque falta una verdadera idea de la Derecha, una visión del mundo cualitativa, aristocrática, competitiva, antidemocrática; una visión coherente que esté por encima de ciertos intereses, de ciertas nostalgias y de ciertas oleografías políticas.
¿Por qué no hay una cultura de Derechas?
Uno de los motivos recurrentes en nuestro ambiente es la condena del compacto alineamiento izquierdista de la cultura italiana. Esta condena se formula de una manera en parte dolorosa, en parte sorprendida, como si fuera innatural que la cultura esté comprometida con aquella parte mientras en la Derecha se encuentra un vacío casi completo.
Normalmente uno intenta entender este estado de cosas con recursos a buen mercado, ese tipo de explicaciones que valen para tranquilizarse a sí mismo y permiten quedarse en la superficie de las cosas.
Se dice –por ejemplo- que la cultura es de izquierdas porque allí está la mayor cantidad de dinero, de editoriales, de medios de propaganda. Se dice también que bastaría un cambio en la dirección del viento para que muchos “izquierdistas” se replanteasen su engagément.
En todo esto hay algo de verdad. Una cultura, o mejor dicho, la base de lanzamiento que necesita una cultura, es también organización, dinero, propaganda. Sin duda el aplastante predominio de las editoriales de tendencia marxista, del cine socialcomunista, invita al engagément muchos que –en un clima distinto- permanecerían neutrales.
Pero esto no debe hacernos olvidar la verdadera causa de la hegemonía ideológica de la Izquierda. Ésta se apoya en que allí existen las condiciones para una cultura, existe una concepción unitaria de la vida materialista, democrática, humanitaria, progresista. Esta visión del mundo y de la vida puede asumir distintos matices, puede convertirse en radicalismo y comunismo, neoiluminismo y cientificismo con un fondo psicoanalítico, marxismo militante y cristianismo positivo orientado a lo “social”. Pero en cualquier caso siempre nos encontramos de frente a una visión unitaria del hombre, de los fines de la historia y de la sociedad.
De esta concepción común surge una masiva producción de ensayos, histórica, literaria, que puede ser mezquina y mediocre, pero tiene una lógica y una íntima coherencia. […] En la otra parte, en la Derecha, nada de esto. Se merodea en una atmósfera deprimente hecha de pequeño conservadurismo y mentalidad burguesa de buen ciudadano. Se leen artículos en los que se pide que la cultura tenga mayor consideración hacia los “valores patrióticos” y la “moral”, todo ello en una pintoresca confusión de ideas y lenguajes.
En la Izquierda se sabe bien lo que se quiere, […], siempre se trabaja con un fin determinado, para la difusión de una cierta mentalidad, de una cierta concepción de la vida. En la Derecha se dan tumbos en la incertidumbre, en la imprecisión ideológica. […] Quizás los hombres cultos de derechas no son menos que los de izquierdas […] pero mientras el hombre de izquierdas tiene elementos de cultura de izquierdas, y le suenan por ejemplo Marx o Freud, el hombre de derechas difícilmente posee una conciencia cultural propia de la Derecha.
No sospecha la importancia de un Nietzsche en la crítica de la civilización, no ha leído nunca una novela de Jünger o Drieu la Rochelle, ignora “La Decadencia de Occidente” y no duda de que la Revolución Francesa haya sido una gran página en la historia del progreso humano. Mientras se permanece en el campo de la cultura es un buen liberal, quizás algo nacionalista y patriota. Es sólo cuando se empieza a hablar de política que se diferencia […]
Basta poco para darse cuenta de que si falta una cultura de Derechas esto sucede porque falta una verdadera idea de la Derecha, una visión del mundo cualitativa, aristocrática, competitiva, antidemocrática; una visión coherente que esté por encima de ciertos intereses, de ciertas nostalgias y de ciertas oleografías políticas.
¿Qué significa ser de Derechas?
Creemos haber puesto el dedo en la llaga con las consideraciones precedentes, que escandalizarán a más de uno como todas las afirmaciones verdaderas.
¿Qué debería significar en principio ser de Derechas?
Ser de Derechas significa, en primer lugar, reconocer el carácter de subversión de los movimientos surgidos de la Revolución Francesa, se llamen liberalismo, democracia o socialismo.
Ser de Derechas significa, en segundo lugar, ver la naturaleza decadente de los mitos racionalistas, progresistas, materialistas que preparan la venida de la civilización plebeya, el reino de la cantidad, la tiranía de las masas anónimas y monstruosas.
Ser de Derechas significa, en tercer lugar, concebir el Estado como una totalidad orgánica donde los valores políticos predominan sobre las estructuras económicas y donde el dicho “a cada uno lo suyo” no significa igualdad, sino equidad en una desigualdad cualitativa.
En fin, ser de Derechas significa aceptar como propia aquella espiritualidad aristocrática, religiosa y guerrera que ha dejado su huella en la civilización europea y –en nombre de esta espiritualidad y sus valores- aceptar la lucha contra la decadencia de Europa.
Indicaciones para una nueva cultura de Derechas
¿Qué problemas se plantean a quien pretende afrontar el problema de una cultura de Derechas? Ante todo es imperativo un enfoque correcto del problema. Y el primer punto en este sentido es la definición de las relaciones entre la Derecha y la cultura.
Es necesario puntualizar que, para el hombre de la Derecha, los valores culturales no ocupan el rango excelso al que los ensalzan los escritores de formación racionalista. Para el verdadero hombre de la Derecha, antes que la cultura vienen los valores genuinos del espíritu que encuentran expresión en el estilo de vida de las verdaderas aristocracias, en las organizaciones militares, en las tradiciones religiosas aún vivas y operantes. Primero viene una cierta manera de ser, una cierta tensión hacia algunas realidades, después el eco de esta tensión en forma de filosofía, arte, literatura.
En una civilización tradicional, en el mundo de la Derecha, antes viene el espíritu viviente y luego la palabra escrita.
El democrático tiene el culto de la problemática, de la dialéctica, de la discusión y transformaría de buena gana la vida en una cafetería o un parlamento. Para el hombre de derechas, en cambio, la búsqueda intelectual y la expresión artística adquieren sentido solamente como comunicación con la esfera del ser, con algo que –concebido de una u otra manera- no pertenece ya al reino de la discusión sino al de la verdad. El verdadero hombre de la Derecha es un homo religiosus, no en el sentido simplemente fideístico-devocional del término, sino porque mide sus valores, no con el criterio del progreso sino con el de la verdad.
“Ser conservadores -ha escrito Moeller van der Bruck- no significa depender de lo que fue ayer, sino vivir de valores eternos”
La cultura y el arte de la Derecha no pueden pretender ser ellos mismos el templo, sino sólo el vestíbulo del templo. La verdad viviente está más allá.
De aquí una cierta desconfianza del genuino hombre de la Derecha hacia la cultura moderna, un desprecio impersonal hacie el vulgo de los literatos, de los estetas, de los periodistas. Recuérdense las palabras de Nietzsche:
“Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el espíritu se pudrirá, apestará”.
[…]
Hecha esta precisación, consideremos más de cerca la tarea de animar una cultura de Derechas. El fin, hemos dicho, es la construcción de una visión del mundo que se inspire en valores distintos de los dominantes hoy en día. No teoría o filosofía, sino “visión del mundo”. Esto deja un amplio margen de libertad para enfoques particulares. Se puede trabajar para crear una visión del mundo de Derechas desde un punto de vista católico que “neo-pagano”, proyectando el mito de Novalis de Europa-Cristiandad o sosteniendo la identidad Europa-Arianidad.
[La semana próxima, la segunda parte del texto]
Tengo entendido que existen tres "Welstantanung" (no sé exactamente como se escribe la palabra en alemán, pero creo que se me entenderá a lo que me quiero referir), formas de ver el mundo: católica, liberal y marxista.
ResponderEliminarPor lo tanto, para ofrecer un proyecto político basado en valores eternos y principios morales sólidos no tenemos más que recuperar aquel catolicismo que los actuales arquitectos sociales tratan de eliminar por todos los medios posibles.
Catolicismo, liberalismo y marxismo son, en el fondo, lo mismo, el mismo principio igualitarista actuante y la misma concepción lineal del tiempo.
EliminarResulta conveniente el estudio de la obra de Locchi para ampliar estos conceptos tan fundamentales para todo auténtico disidente.
Hola a Soldado y León
ResponderEliminarLamento el retraso en mi respuesta.
Existen muchas maneras de concebir el mundo y la vida o "Weltanschauung" que es intraducible porque podemos decir que es un mixto de filosofía, poesía y sentimiento del mundo. Si nos referimos al área europea que es lo que nos interesa, podemos hablar por lo menos de alguna posibilidad más, pero a mi entender y en el terreno político, el discriminante es qué visiones del mundo pueden ser compatibles en el terreno de la luca contra la degradación de la sociedad moderna y al marxismo cultural.
Justamente la aspiración de Romualdi, que razonaba en términos políticos, era crear un frente de lucha contra las izquierdas que en términos actuales significa contra el liberalismo y el marxismo cultural, así como el cristianismo "progresista" que va de la mano. En la visión de Romualdi, como explícitamente afirma en este texto, hay un lugar para el tradicionalismo católico, como para otros puntos de vista, en este combate que si era difícil en su época, hoy es casi desesperado y poco gratificante para quien no tenga unos puntos de referencia o una fe muy fuerte.
En una defensa de la tradición y de los mismos pueblos europeos, amenazados gravemente hoy en día, hay espacio para las distintas sensibilidades que han ido formando Europa. Cada cual tendrá la suya o se sentirá más cercano a una, evidentemente, pero es fundamental comprender con quién se puede colaborar y quién será necesariamente un enemigo.