[Volvemos a publicar algunos artículos de Massimo Fini, autor que aprecio mucho, sobre las patologías profundas de la sociedad moderna y tecnificada, que lejos de liberar al hombre en muchos aspectos lo oprime y lo condena a una insatisfacción oscura y permanente]
Massimo Fini
Mi slogan es:
morir antes, morir todos. La segunda parte es impepinable, la primera,
obviamente, discutible. Ya en 1919, cuando los horrores de la medicina
tecnológica no habían alcanzado todavía los niveles actuales, Max Weber
escribía: “La premisa general de la
medicina moderna es que sea considerada positiva, únicamente, la tarea de la
conservación de la vida…Todas las ciencias dan una respuesta a esta pregunta:
¿qué tenemos que hacer si queremos dominar ‘técnicamente’ la vida? Pero si
queremos o no dominarla técnicamente, si debemos hacerlo y, en definitiva, si
eso tiene verdaderamente un significado, esta cuestión no la afrontan o bien lo
admiten implícitamente para sus fines”.
En la sociedad contemporánea, que se ha olvidado no sólo de
Weber sino también de una sabiduría milenaria, el alargamiento dela vida no es
solamente un must sino una bandera
que ondea orgullosamente en el mástil más alto de la nave de la Modernidad.
Es necesario desbrozar el campo de un deliberado y no
inocente equívoco difundido por los científicos, los médicos y los
historiadores: que en la era preindustrial la vida era cortísima, 32 años o
poco más. Una impostura ideológica. Los hombres y las mujeres del Medioevo se
casaban, en media, respectivamente a 29 y 24 años; no habrían tenido ni
siquiera el tiempo para criar a sus primeros hijos y, mucho menos, de criarlos
por docenas como hacían. El hecho es que se confunde la vida media, en cuyo
cálculo entran la mortalidad neonatal y perinatal (que además seleccionaba
naturalmente los más robustos) con la vida efectiva de aquellos hombres. Sin
entrar en complejas comparaciones estadísticas recordemos que padre Dante
coloca “la mitad del camino de nuestra vida” en los 35 años y que, dos mil años
antes, el biblista afirma “setenta son los años de vida del hombre”. El cotejo
no hay que hacerlo por tanto con la vida media (que es una estadística
artificial) sino con la expectativa de vida del adulto. En este aspecto hemos
ganado algo, porque hoy los hombres tienen una esperanza de vida de 78 años y
las mujeres de 83. Una decena de años más, que no son pocos. Pero hay que ver
cómo se viven.
Para empezar están los horrores del “ensañamiento
terapéutico”, gracias al cual al natural miedo a la muerte se ha añadido un
abyecto terror a que te “salven”, condenándote, durante años, a una existencia
mutilada, humillada, indigna de un ser humano. En el fondo la muerte, si
respeta los tiempos naturales, es algo limpio, pero nosotros hemos conseguido
convertirla en un acontecimiento sucio, inhumano. Además está la aterradora
soledad de los viejos y la pérdida de cualquier función que hubieran podido
tener. En Europa sólo el 3,5% de los ancianos vive con sus propios hijos. El
viejo, al contrario de lo que sucedía un tiempo, ya no es el depositario del
saber sino que, superado por las continuas innovaciones tecnológicas, ha
perdido este papel. Como escribe el historiador Carlo Maria Cipolla “en la sociedad agrícola el anciano es el
sabio, en la industrial es un desecho”. A esto se añade esa abstracción
cruel que solamente la manía de codificar propia de la burguesía y de la
modernidad podía inventarse: la pensión. De la noche a la mañana pierdes el
puesto que tenías, aunque fuera modesto, en la sociedad, y te arrojan en el
trastero de la chatarra. Y ahora vete a cuidar las gardenias, pobre, viejo e
inútil capullo.
Pero ya antes, como entremeses, están la prevención y el
terrorismo diagnóstico. A cualquier edad es necesario chequearse, manosearse,
auscultarse, hacer media docena de exámenes al año. Ya no se puede fumar, no se
puede beber, hay que hacer dieta. Debemos vivir hibernados, viejos desde la
juventud. El griego Menandro (siglo III a.C.) divisaba lejos, muy lejos,
nuestra sociedad, cuando cantaba: “Los Dioses
aman a quien muere joven”
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