[Continuamos con los amplios extractos de Romualdi dedicados a la tradición europea. Desde la próxima semana colgaré regularmente el texto de la semana los viernes por la noche. El fragmento de hoy y en especial la cita de Bachofen, autor al que dedicaremos un ciclo porque lo merece, es muy esclarecedor sobre la verdadera naturaleza de la sociedad occidental moderna y en particular del inmenso poder que tiene el feminismo sobre las conciencias igualitarias y progresistas. He decidido también enriquecer todos los textos de Romualdi con imágenes porque creo que aportan bastante.]
La migración
dórica
El
núcleo de los Veda ya debía existir, por lo menos como tradición oral, cuando
el proceso de indoeuropeización de Europa toca su ápice, inmediatamente precedente
al amanecer del mundo grecorromano.
Es
la llamada “migración dórica” es decir aquel movimiento de los pueblos del
Norte que empuja los Dorios a Grecia, da comienzo a las migraciones itálicas en
la península de los Apeninos y causa la irradiación de los Celtas en toda
Europa Occidental.
La
presencia de la incineración en esta segunda y resolutiva oleada indoeuropea
nos introduce en un nuevo evento espiritual, que se coloca en el surco del
simbolismo solar y la “negación de la Madre”.
La
incineración tiene antiguas raíces en Europa Central, pero sólo al final de la
edad del bronce alcanza la expansión y compacidad que nos permiten hablar de
una nueva visión de la vida. Es un ritual típicamente uránico, es decir
orientado hacia el cielo y la luz. La purificación del espíritu del peso de la
tierra y su liberación en pura sustancia de fuego encuentran un preciso eco en
un nuevo florecimiento del simbolismo celeste.
El
círculo solar, la cruz céltica, el disco punteado, la rueda radiada atraviesan
toda Europa entre los dos grandes centros que son las incisiones rupestres de
Bohuslän y de Valcamonica. Del mismo modo, desde Suecia a Italia –partiendo de
un foco centroeuropeo- hace su aparición el motivo del cisne astral, destinado
a perpetuarse hasta la leyenda de Lohengrin y del Grial. El motivo de los dos
cisnes uncidos a la nave del sol, las formas de cisne estilizadas a S, son una
de las más características manifestaciones de la cultura de los campos de urnas
y acompañan su expansión hacia el Sur, hasta el Lacio.
El
carro solar –del que tira un caballo- ha sido hallado en un pantano de
Dinamarca y confirma la veridicidad del mito helénico de Apolo residente en el
país de los hiperbóreos.
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CARRO DE TRUNDHOLM |
Significativamente,
en las incisiones rupestres de Suecia y Valcamonica se multiplican los símbolos
solares y las divinidades masculinas, pero hay una notable ausencia de figuras
femeninas.
“Falta la muchacha, como la madre y la
parturiente; falta la imagen del pequeño animal amamantado, inmortalizado en
Creta y Egipto en inolvidables figuraciones. Es un alma radicalmente distinta
la que se expresa en aquellas incisiones rupestres nórdicas e itálicas. Al
antiguo mundo mediterráneo, con su naturalismo femenino, se contrapone una
cultura típicamente viril. Ésta se abre camino hacia el Sur” (Altheim, Italien und Rom).
Una
ausencia que tiene un preciso valor
indicativo acerca del contenido espiritual de la “migración dórica”. Un
contenido que pronto saldrá a la luz, en el pantheon
olímpico o en el estilo de vida escueto y severo del doricismo y la romanidad.
Hacia
el 950 a.C. la gran migración ha terminado: en el Peloponeso están lo Dorios y
en los Montes Albanos los Latinos. El ethnos
itálico y helénico, saturado de elementos nórdicos, se prepara para la gran
época de la civilización clásica. Desde Grecia a Italia se difunde un nueva
constelación simbólica cuya estrella polar es la esvástica, que se encuentra
centenares de veces en las vasijas del llamado “período geométrico” y también
en las urnas “con forma de choza” del Lacio.
La
prehistoria ha terminado. Sobre la Hélade despunta la aurora homérica.
Significativamente, cuando el primer pueblo indoeuropeo comienza a hablar, su
mensaje es el de la religión olímpica.
De
dos mil quinientos años de prehistoria religiosa europea, una palabra nos ha
quedado: DYEUS.
Es
el nombre de la divinidad: Júpiter -de Dios Padre- (gen. Iovis, dat Iovi) para los
Latinos; Zeus (gen. Diòs) para los Helenos; Dyaus en India; Tyr o Ziu en el
mundo germánico.
Es
el nombre del dios supremo y –al mismo tiempo- el del cielo divino en toda su
luz y su esplendor.
Es
ésta una importante elección espiritual: los indoeuropeos, la raza nórdica, los
europeos son el pueblo de DYEUS, el pueblo de la luz, destinado a portar el lògos, la ley, el orden, la medida, el
pueblo che ha divinificado el Cielo frente a la Tierra, el Día frente a la
Noche. La raza olímpica por excelencia.
[…]
El
orden de la luz es un orden masculino.
No
el orden de la Madre –que confunde todo y todos en una pacífica promiscuidad- y
que está antes de la civilización como la conocemos.
“Del principio de la maternidad generadora
surge el sentido de la universal hermandad de todos los seres, sentimiento que
declina y ya no encuentra resonancias con el advenimiento del principio de
paternidad. La familia centrada en el patriarcado es cerrada como un
organismo-individuo, la matriarcal en cambio conserva el carácter típicamente
universalista que encontramos en los orígenes, del cual procede aquel principio
de universal igualdad y libertad, que nosotros encontramos como rasgo
fundamental de los pueblos ginecocráticos, junto a la xenofilia (simpatía por
los extranjeros) y una decidida intolerancia hacia cualquier clase de límites y
restricciones; no tiene distinto origen la exaltación del sentimiento de una
parentela general y una simpatía que no conoce límites” (Bachofen, Las madres y la virilidad olímpica).
El
genio espiritual indoeuropeo, como se manifiesta en sus orígenes, está
precisamente en el rechazo de esta hermandad promiscua del reino de la Madre.
Contra la promiscuidad están la Familia y el Estado, contra la hermandad
universal y bastarda la estirpe y la raza.
Contra
el nivelamiento está el Orden como principio de diferenciación luminoso. El
Orden solar del día, el orden de DYEUS, como se encuentra simbolizado en la
esvástica, primordial símbolo de la luz.
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Gigantomaquia |
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