"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

viernes, 23 de noviembre de 2012

DINERO (3): El tiempo del dinero



[Massimo Fini aborda la relación entre el dinero y el futuro, muestra cómo el poder del dinero está ligado a una cierta concepción del tiempo que en la Edad Moderna se ha vuelto dominante.]

Massimo Fini
Del libro "IL denaro, sterco del demonio", Marsilio, 1998

Entre los siglos XVII y XVIII se verifica en Europa una inversión de alcance copernicano: se pasa de una época en que la economía esta aún subordinada a las exigencias de la comunidad humana a otra en que las leyes económicas imperan en total libertad y es el hombre quien debe doblegarse ante ellas. Este extraordinario resultado sera racionalizado y legitimado después, hacia el final del siglo XVIII, por los teóricos de una nueva ciencia, la economía política, quienes consideran las leyes económicas ni más ni menos que como leyes naturales, ineludibles, a las cuales es inútil intentar oponerse, que al contrario es necesario obedecer para evitar peores males que los que se querían eludir.

Esta inversión es a su vez el fruto de una serie de revoluciones, estrechamente relacionadas entre ellas, destinadas a cambiar la condición humana, primero en Europa y occidente, luego, a medida que nos acercamos a nuestros días, sobre el entero planeta. Son las revoluciones coentífica, agraria, industrial, tecnológica, demográfica, comercial, crediticia, política, religiosa. El dinero interacciona de manera profunda con todos estos procesos. A veces es el dinero, o al menos su espíritu y su lógica, lo que los prepara, los favorece, los secunda o incluso los determina, otras veces es uno de los efectos, en cualquier caso evoluciona, se expande y se potencia con a ellos.

Cuando después surgirá de este torbellino de transformaciones la primacía de la economía sobre las demás relaciones sociales, que se engloban en ella, ello significará también -y quizá sobre todo- la preeminencia simbólica y práctica del dinero que mientras tanto se ha convertido en el instrumento príncipe de la economía. Tanto que Pierre Vilar puede escribir que el paso del feudalismo al capitalismo es el paso de una economía donde el dinero es secundario a una economía monetaria.

En realidad la primera gran revolución no está clasificada como tal. En vano la buscaríais en los manuales y los libros de historia y economía que se ocupan de este agitado período. Y sin embargo está en el origen de todas las demás. Se trata de la revolución del tiempo. Hasta el siglo XVI, mas o menos, la inmensa mayoría d elos hombres había vivido en el presente. Las civilizaciones clásicas, sea la griega que la romana, las antiguas civilizaciones mediorientales y orientales, pero también la medieval y feudal, eran sustancialmente ahistóricas. El tiempo era el cíclico de la naturaleza, de la tierra, de las estaciones, que siempre se repite, inmutable, en una especia de Nietzschiano eterno retorno. Si en algunas civilizaciones, bajo el empuje de la predicación hebrea y después cristiana, se pensaba en el futuro, era un futuro metafísico, religioso, colocado más allá y fuera del tiempo histórico y por tanto de los asuntos humanos.

Alrededor del siglo XVII la percepción del tiempo comienza a cambiar. Primero junto a él y luego en un crescendo, sustituyéndose al tranquilo presente, hace su irrupción el dinámico futuro que ya no se entiende no como un más allá metafísico y religioso sino como un más acá concreto, al alcance del hombre, en consideración y en función del cual se debe vivir.

Había sido, como hemos visto, el mercante, con su necesidad de calcular, de previsión, de especulación, de programa, quien introdujo, a caballo entre el Medioevo y el inicio de la edad moderna, el concepto de tiempo conjugado al futuro. Ahora esta manera de entender el tiempo, antes propia de una exigua minoría de operadores económicos, comienza a extenderse a otras categorías sociales. No es casualidad que el principio del péndulo, sobre el que se basa el reloj moderno, haya sido descubierto por Galileo en 1583 y después utilizado, con algunas adaptaciones, por Huygens que en 1657 creó el primer reloj que aplicaba este principio. En el mismo siglo se difunde el reloj de bolsillo. Antes de entonces el uso privado del reloj era desconocido. Estaban solamente los grandes relojes públicos que marcaban las horas en las torres de las catedrales, como los de San Marcos y Westminster, famosísimos.

El descubrimiento del futuro fue una revelación que terminó por desterrar de la mente de los hombres el presente. Y esta nueva dimensión del tiempo lanzó a lo grande el dinero –siempre que no haya sucedido al contrario- pues en su esencia es precisamente futuro. Sin el dinero cualquier cálculo, previsión, proyecto, reserva de tipo económico que vaya más allá del ciclo estacional, es imposible o extremadamente difícil; el dinero traspone el presente en el futuro y provoca una acción retroactiva del futuro sobre el presente.

Otro factor que ha impulsado, por lo menos a nivel conceptual, el dinero y la comprensión de su función y potencialidades, fue la revolución científica que trajo lo que Dijksterhuis ha llamado “la mecanización de la concepción del Universo”. Primero entre las élites filosóficas y científicas, luego bajando por las ramas tambien en consistentes estratos de la población, se empieza a valorar lo existente en términos mecánicos, matemáticos, contables, cunatitativos. Y el dinero, como sabemos, es número y tiene como única cualidad la cantidad. La concepción mecanicista y cuantitativa del Universo es por tanto un humus que lo favorece notablemente. Escribe Werner Sombart: “Solamente la economía monetaria es capaz de crear en el hombre el hábito de la contenplación puramente cuantitativa del mundo”.

viernes, 9 de noviembre de 2012

DINERO (2): Qué es el dinero



[Continuamos la serie dedicada al análisis de la naturaleza del dinero y su papel en la historia humana a traves de los escritos de massimo Fini.]

Massimo Fini 
Del libro "Il denaro, sterco del demonio", Marsilio 1998

Tradicionalmente las funciones del dinero son cuatro: 1) Medida del valor; 2) Intermediario en el intercambio; 3) Medio de pago; 4) Depósito de riqueza.

No hay nada que objetar sobre las primeras tres. Pero quitémonos de la cabeza que el dinero sea riqueza o la represente.

Pedro de Valencia escribió en 1608: “EL mal ha venido por la abundancia de oro, plata y moneda, que ha sido siempre el veneno destructir de las ciudades y las repúblicas. Se piensa que el dinero es lo que asegura la subsistencia y no es así. Las tierras trabajadas de una generación a otra, los rebaños, la pesca, he aquí lo que garantiza la subsistencia de ciudades y repúblicas. Cada uno debería cultivar su porción de tierra y quienes viven de la renta y del dinero son gente inútil y ociosa que come de lo que otros siembran.” […]

En 1929 los americanos que habían invertido en la Bolsa de Nueva York se consideraban riquísimos pero fue suficiente que alguien no creyera ya en el valor de aquellas acciones (que como veremos son dinero a todos los efectos) arrastrando a los demás en una avalancha, para que aquella riqueza se revelase por lo que era: papeles para tirar a la basura. El único uso razonable fue enmarcarla como recuerdo de la locura colectiva. El valor de una vaca, en cambio, no puede ser reducido a cero, obtendré de ella siempre leche o, en caso de necesidad, la convertiré en filetes. […]

En nuestros días [1998] los primeros 385 millonarios del mundo poseen un patrimonio igual a la renta total de países que representan el 45% de la población mundial, y Berlusconi con sus cinco mil millones de dólares según la estimación de Forbes, tiene un patrimonio igual a la renta de todos los habitantes de Níger. Pero si fuese transferido a Níger no sólo el patrimonio de Berlusconi sino el de los otros 384 millonarios ese país, si lo hipotizamos como una mónada cerreda, aislado, no sería por ello mas rico. Se desencadenaría simplemente una formidable inflación. […]

Se comprende quizá mejor el sentido de los ejemplos heterogéneos y un poco descuidados que hemos juntado  si en vez de una suma determinada consideramos el dinero en conjunto. Yo puedo estar ciertamente dispuesto a intercambiar mi vaca con dinero pero no cambiaría nunca todos los bienes del mundo con todo el dinero del mundo. Porque no sabría qué hacer con él. […] Si cojo un individuo aislado y lo privo de todo su dinero, en una sociedad estructurada como la nuestra a economía monetaria muere de hambre, pero si tomo todo el dinero del mundo y lo tiro por la taza del water la humanidad vive igualmente. El dineor no aumenta en nada la riqueza del mundo, porque puede adquirir sólo lo que ya existe, puede transferir el título de propiedad de las cosas. Puede desplazar la riqueza pero no es él mismo riqueza [...] no hace mas que movilizar energías que existen ya ( y sólo si ya existen) y que podrían activarse perfectamente sin él. Como mucho un buen lubrificante.

El hecho de que el dinero tenga esta particular e indudable capacidad de “hacer trabajar” no nos dice por tanto que sea por sí mismo un ariqueza, en el sentido material y común en que generalmente lo entendemos, sino otra cosa: que los hombres, al  menos en su mayoría, creen en el dinero […]

Es necesario distinguir el dinero de la moneda que es su soporte material. El dinero lleva mejor a cabo su función de intermediario en el comercio cuanto menor es el valor del material que sirve como soporte […] alcanza su perfección y su pureza cuanto más se desmaterializa. Porque el dinero en cuanto tal no existe en la naturaleza: es una abstracción. En efecto, de cualquier forma en que se presente (mercancía usada como moneda, oro, monedas metálicas, papel moneda, billetes, acciones, obligaciones, registros en una cuenta corriente, impulsos electrónicos, nota del barista que apunta que le debo un café) el dinero es una promesa […] en cuanto promesa y crédito basado en la confianza el dinero se liga al tiempo, a ese tiempo particular que es el futuro. La confianza en el dinero es confianza en el futuro. El dinero es, a través de la confianza, el puente entre presente y futuro. Y aquí está el núcleo duro de la entera cuestión del dinero. Es este enganche con el futuro lo que da al dinero su fuerza, su devastante capacidad de atracción y de acción. Porque el hombre, sobre todo el hombre moderno, es un ser que hace proyectos, se proyecta a sí mismo en el futuro, cultiva ilusiones.

En virtud de esta relacion con el futuro, de su ser futuro, el dinero deriva su inaferrabilidad, su falta de definición, el carácter escurridizo, la naturaleza metafísica. Porque el futuro es sólo una representación de la mente: es un tiempo inexistente […] y el futuro cuanto más se desplaza para adelante es más inexistente. De aquí la necesidad de deshacerse del dinero lo antes posible. Hay que gastarlo, si no enseguida, antes de que los demás se den cuenta de que no existe […] a la larga, las deudas no se pagan. Si no fuera así cualquier suma modesta, depositada en el banco, en algunos decenios se haría enorme con los intereses compuestos. Muy al contrario, en pocas decenas de años e incñuso mucho antes, esa suma desaparece […] el dinero sufre los insultos del tiempo, se deteriora. Y es otra de sus paradojas. Porque una abstracción es, por definicion, indestructible. El dinero en cambio pierde valor más o menos lentamente a causa de la inflación, que es un fenómeno constante que lo acompaña desde su nacimiento. Pero puesto que el dinero no existe, es un credo, una fe, una ilusión, puede también desaparecer de golpe o en poquísimos días.

Es un hecho que, a la larga, las deudas no se pagan, la promesa no se mantiene. El dinero es por tanto una patata caliente en las manos y hay que liberarse de él antes de que empiece a quemar los dedos. Como la famosa cerilla encendida. La habilidad consiste, como en el juego, en tener la cerilla en la mano hasta el último momento. Por esto los empresarios, los financieros, que son los que mejor han entendido la naturaleza del dinero, lo hacen girar vertiginosamente, cambiando continuamente el uso que hacen de él y manteniendo sólo el mínimo de liquidez que les es indispensable, preparados para deshacerse también de ello. El gran juego del dinero está todo aquí: hacer recaer, en el momento oportuno, su inexistencia sobre los que han sido demasiado crédulos.

Naturalmente se trata de un juego de alto nivel, porque la gran mayoría de las personas está obligada a soportar el dinero y nada más […]

Ha llegado a lo sublime el empresario de nuestro tiempo, que no utiliza ya ni siquiera dinero propio sino el ahorrado por la masa de los ciudadanos. Con lo que el riesgo de la volatilidad del dinero se pasa a otros a priori. El ahorro sirve a quien gasta, no a quien ahorra. Los más grandes deudores son los empresarios. Porque saben que el dinero no existe. Es una idea en la cabeza.

[…]

Como hemos indicado el dineor e simperosnal, indeterminado, privado de forma, de carácter, de particularidad y justamente esta indiferencia lo vuelve intercambiable con cualquier otro objeto […] en resumen es un ser sin cualidades. Excepto una. Su cualidad es la cantidad. Es un saco vacío pero la dimensión del saco es decisiva […] A decir verdad el dinero tiene otra cualidad además de la cantidad. Y desciende de su indeterminación, impersonalidad, falta de carácter y de individualidad, esto es justamente de su falta de cualidades: es la ductilidad. El dinero se presta a cualquier finalidad. Porque es un puro medio que no tiene en sí un fin puede ser usado para cualquier fin […] El dinero abre un proceso al infinito. Si yo pago una deuda con un bien en natura la cosa termina ahí. Si pago con dinero se cierra un credito pero se abre inmediatamente otro.

[…]

El proceso ad infinitum del dinero tiene la necesidad, exactamente como un esquema piramidal, de parecer abierto en todas las direcciones y de llegar al mayor númeor posible de personas, posiblemente lejanas entre sí, de manera que su esencial circularidad, su carácter ilusorio, su íntima inconsistencia, su demencia automultiplicativa, no sean perceptibles. Naturalmente este movimiento, el pasar de una mano a otra de la ilusión, no puede resistir al infinito; antes o después por mucho que se demore, el dinero termina por recaer sobre sí mismo, para revelar que está garantizado sólo por sí mismo, es decir por la nada.

[…]

El mecanismo que ha creado la actividad financiera es el mismo, absolutamente el misno, que ha creado el dinero. La finanza simplemente lo lleva a sus lógicas y extremas consecuencias. Si el dinero es una promesa, una apuesta sobre el futuro, un acto de fe, una ilusión, no hay ninguna razón por la que no se deba prometer una promesa, apostar sobre una apuesta, comprar con la confianza más confianza, caer en una ilusión sobre otra ilusión, en resumen multiplicar el espejismo todo lo posible y hasta que sea posible. Si algo no existe, si es sólo un aproyección de nuestra mente, no es que exista más o menos si lo multiplicamos. El resultado es siempre cero […] Lo decisivo es que los hombres crean en ello, en esta promesa, en este crédito, en este signo, en este símbolo, en esta ilusión, en esta nada.

Es inútil por tanto poner en discusión el interés o la actividad financiera si no se pone en discusión el dinero. En el principio básico del dinero, desde que hizo su primera aparición sobre la Tierra, está contenido el germen, irremediablemente, de todo lo que vino después. Todo empezó allí. Es una marcha comenzada hace miles de años, lenta al principio, combatida y frenada, que ha conocido paradas, retrocesos, períodos de sueño. Durante muchos siglos, durante el Medioevo, el dinero desapareció. Pero, como la Bomba Atómica, una vez creado ya no podía ser desinventado. Reapareció, como una profecía, hacie el año mil. Desde entonces su marcha se ha vuelto una expedición triunfal y como un inmenso río, que avanzando crece más y más, ha terminado por arrollar todo, hombres y cosas.

viernes, 2 de noviembre de 2012

DINERO (1): EL Estiércol del demonio



[Comienzo con esta entrada un pequeño ciclo de Massimo Fini dedicado al dinero, con extractos de su obra "El Dinero, el Estiércol del demonio". El primer texto es un resumen del primer capítulo y los demás darán una idea de su línea de razinamiento y su punto de vista, que podemos anticipar no considera el dominio del dinero como expresión de un gobierno mundial, escondido o menos, sino como el resultado de un mecanismo creado por el hombre y que ha escapado a su control.]


Massimo Fini 
Del libro "Il denaro, sterco del demonio", Marsilio 1998

En los años cincuenta o en los primeros años sesenta, para los muchachos que éramos el dinero tenía poquísima importancia. Ya fuéramos hijos de burgueses o de proletarios llevábamos todos, más o menos, la misma vida, nos vestíamos de la misma manera, haciamos las mismas cosas. En los ambientes limitados en que vivíamos, el colegio, las calles del barrio y, en verano, los baños, era muy difícil apreciar las diferencias porque, aunque las había, no se veían.

A veces, raramente, había algún “hijo de papá” que exhibía algo de lujo pero en vez de ser admirado y adulado era despreciado como individuo tendencialmente poco viril. Un petimetre. Lo que contaba entre nosotros era quién jugaba mejor al fútbol, tenía puntería con la cerbatana o, unos años después, salía con las chicas más guapas.

También entre los adultos ostentar la riqueza era considerado reprobable […] En cualquier caso aún estaba ampliamente difundida la ética de la “pobreza con dignidad”: el pobre no estaba considerado un desecho, un paria, un despojo de la sociedad. No se dudaba de que se podía ser pobres y felices. Existían otros valores que no estaban ligados a la fuerza del dinero.

En el transcurso de los años, en pocos decenios, he visto esta cultura completamente barrida y el dinero convertirse en el único valor realmente compartido. La cosa obviamente no es específica de la sociedad italiana (nosotros incluso hemos tomado este camino más tarde que los demás) sino que afecta a todos los países industrializados y también ya, en la globalización y la interdependencia de las economías, a los no industrializados. Hoy en día todo, o casi, es dinero, todo depende del dinero, todo va a parar al dinero. El dinero, con su extraordinaria fluidez, se introduce en cada recodo de nuestra existencia. Y cuanto más se desmaterializa y se hace casi invisible más esta presente, determina los estilos de vida, se convierte en el fin primario. No es posible ignorarlo.

[…]

Una cosa es cierta: con el dinero ha sucedido como con todo lo demás. De ser una útil herramienta ha pasado a ser un fin, el siervo se ha convertido en el amo, creemos que lo manejamos y en cambio nos manipula, creemos usarlo y él es el que nos usa, creemos moverlo y en cambio nos hace movernos a nosotros, es más nos hace trotar, creemos poseerlo y él es el que nos posee. Además, considerado globalmente, el dinero ha alcanzado un volumen tan estratosférico y lo hemos cargado de tantas expectativas que, antes o después, inflado hasta dimensiones oníricas, implosionará con consecuencias devastantes.

Es la historia de la relación entre el hombre y la Tecnologia (o si se prefiere entre hombre y Cultura) donde terminamos infaliblemente siendo subyugados por los mecanismos que hemos creado, arañas prisioneras de su propia tela.

Y el dinero es quizas el más refinado instrumento de la técnica porque es puramente conceptual […] el dinero, que hay que distinguir de la moneda en la cual se encarna, como el Espíritu en la hostia consagrada, aunque juntos formen un único cuerpo mistico, es un concepto, una idea, una logica, una abstracción, que sin embargo, como cada uno de nosotros experimenta en la práctica cotidianamente, es inequivocamente algo muy concreto. Alfred Sohn Rethel con un eficaz oxímoro, lo ha definido “una abstracción real”.

Y es esta doble naturaleza lo que hace que el dinero sea ambivalente, ambiguo, escurridizo, enigmático, indefinible, inaferrable […] Esencialmente humano (quizá demasiaod humano, diría Nietzsche) el dinero es también suprahumano o ultrahumano porque, estando fuera de la materia, tiene una realidad metafísica. No es casualidad que en todos los libros que se ocupan del dinero en un sentido no estrictamente económico sean frecuentes los paralelismos con lo divino o lo diabólico. Dice Martín Lutero: “El dinero es la palabra del diablo, por medio de la cual crea todo en el mundo, exactamente como Dios crea a través de la palabra de la Verdad”. A los teólogos, cristianos y musulmanes, sobre todo medievales, les ha siempre impresionado la capacidad de posesión del dinero y de las devastaciones que puede provocar en el animo humano. Más laicamente los marxistas ortodoxos lo han condenado porque sería “el instrumento para apropiarse del trabajo de los demás”. Los psicoanalistas lo relacionan con el estiércol por el placer que se experimenta sea expulsándolo que reteniéndolo.

Pero si es estiércol es un estiércol muy especial, transcendente y metafísico: es, por citar otra vez a Lutero, el estiércol del demonio.