[En el capítulo V
de su libro Claudio Risé pasa revista a una serie de taras y deformaciones de
la personalidad relacionadas con la ausencia del padre, y verdaderamente el
lector notará hasta qué punto estas anormalidades son omnipresentes hoy en día y
caracterizan la sociedad actual.
Mención especial
merecen los breves datos sobre la violencia contra la infancia, de los cuales
resulta la funcion protectora del padre. Esto es importante saberlo para
valorar en toda su profundidad la basura infecta que encontramos regularmente
en los medios, con artículos canallas que invariablemente buscan crear en la
mente del lector la asociación entre paternidad y maltrato infantil, y
presentar al padre como un maltratador de la infancia.]
Para mejor comprender cómo se configura la patología de la
“sociedad sin padres” recordemos brevemente lo que dijimos anteriormente,
cuando identificamos la “huella del padre” con la capacidad de soportar las
heridas, las pérdidas, que la vida inexorablemente inflige. Pues bien, la
“sociedad sin padres” donde la fábrica de
los divorcios” reduce frecuentemente el progenitor varón a un individuo sin
casa, homeless, marginado, fuera de
la sociedad, es una agregación de personas incapaces de soportar las heridas de
la vida.
Una sociedad
que no sabe perder
Los ciudadanos de la “sociedad sin padre” ven la pérdida
como una afrenta personal, más que como una prueba de su existencia, ligada
también al destino espiritual del individuo. Entre estas “pérdidas”
incomprensibles e inaceptables está el sacrificio de reconocer el principio de
autoridad, destronado junto a la figura paterna. […] Adecuarse a la norma,
sostener la confrontación con el plano de la realidad, se vuelve dificilísimo
sin un padre que introduzca en la sociedad […] Los conceptos base de la ética,
indispensable para desarrollar la voluntad, son desactivados completamente por
la ideología del “padre eliminable”.
La caída de la
vitalidad y la regresión de la personalidad a niveles infantiles
Es evidente en Occidente la caída de vitalidad del ser
humano. Lo demuestran, a un nivel profundo, los materiales del subconsciente:
sueños, fantasías, producciones creativas. Hoy estas “producciones culturales”,
importantísimas para establecer el grado de salud de una civilización, son
débiles y poco vitales […] tal caída de vitalidad está objetivamente
documentada por una serie de fenómenos sociales o clínicos. Por ejemplo el
continuo aplazar el momento en que se sale de la casa de los padres, la
desorientación en las relaciones y los sentimientos (sustituidos por “modelos”
mediaticos prefabricados), la multiplicación de las fobias de todo tipo, el
aumento de la esterilidad que es la somatización del temor a reproducirse […]
Cuando el padre se “elimina” como sucede física y
simbólicamente en la sociedad occidental tardomoderna, el desarrollo pleno de
la personalidad se alcanza sólo fatigosamente, de manera ocasional, y el
individuo no logra nunca superar los estadios psicológicos precedentes,
experimentados durante la infancia.
La perversión
“devorante” en la sociedad sin padre
[El primero de estos estadios es] la “fase oral” en la cual
el mundo se conoce comiéndolo y gozando para obedecer al principio del placer,
vivido en su modalidad “devorante”. Uno de los efectos de la liquidación de la imago paterna, personal y colectiva, es
el de hacernos retroceder al estadio oral de la primerísima infancia, con sus
conocidas características. Por ejemplo la incapacidad de sostener la tensión de
la espera o de la mediación […] La manifestación teatral del sentimiento […]
La oralidad de este modelo social se manifiesta
también en la tendencia a caer en
comportamientos literalmente “devorantes”, en los que las dificultades
psicológico-afectivas que vienen de no saber soportar la tensión (de la espera,
de la privación) se “compensan” con el consumo-ingestión de sustancias:
alimentos, drogas, alcohol.
La perversión
sádica en la sociedad sin padre
Según Mendel “la regresión impuesta al niño contemporáneo
[…] a través de la rebelión contra el padre, está sobre todo caracterizada por la
retención, la avaricia, la agresividad sádica, los comportamientos y fantasías
obsesivas”. Es difícil decir si éste sea el problema psíquico prevalente, dada
la evidencia del clima de “oralidad” que hemos visto que caracteriza la cultura
occidental. No hay duda sin embargo, a la luz también de los resultados de la
experiencia clínica, que esta situación psicológica está acompañada por tales
síntomas. Es prueba de ello la multiplicación de las neurosis obsesivas, con su
contorno de manifestaciones y fobias, y las infinitas manifestaciones de
sadismo, dirigido contra uno mismo (masoquismo) o hacia los demás.
Connotaciones fuertemente sadicas se notan también en los comportamientos de
expulsión de los padres de la familia y de la sociedad, así como en aquellos
(que llegan a impensables niveles de ensañamiento) de violencia sobre los niños
y sobre las mujeres.
Hiperconformismo
y agresividad
Forma parte de la neurosis obsesiva, ligada al lado sádico
de la sociedad sin padre, su tendencia, a nivel colectivo, a escindirse de
manera esquizofrénica entre hiperconformismo (sumisión pasivo-masoquista) y
rebelión terrorista, con explosiones de violencia sadica.
¿Vivimos en una sociedad perversa que multiplica el
malestar? Pues aceptémoslo sin parpadear: esta parece ser, por ahora, la
reacción de la mayoría, en su componente pasivo-conformista.
Por otra parte, en nuestros días ha sucedido más de una vez
que un individuo entrara en una escuela, u otro lugar público, para matar, sin
un objetivo particular, a cuantas más personas pudiese. Es esta la reacción
sádico-rebelde a una situación vivida como sofocante y carente de sentido. […]
Los hijos que han crecido sin el padre tienen más del doble
de posibilidades de involucrarse en episodios de agresividad criminal. Según
fuentes del Ministerio de Justicia americano el 72% de los adolescentes
homicidas, el 60% de los violadores y el 70% de los detenidos a penas de larga
duración ha crecido en una casa sin el padre. Entre los jóvenes que muestran
comportamientos violentos en la escuela la situación familiar es, once veces
contra una, de ausencia del padre. […] El 69% de los niños víctimas de abusos
sexuales viene de hogares de los cuales el padre biológico estaba ausente.