"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

martes, 27 de diciembre de 2011

DEMOCRACIA (8)


[Esta es la última entrada del año en este blog y también la última de la serie dedicada a la democracia. En esta primera fase he insistido mucho en Massimo Fini porque deseaba especialmente dar a conocer el autor y colgar esta serie de escritos suyos sobre la democracia. Seguramente seguiremos ocupándonos de él en el futuro pero también hay que variar y dar espacio a otros autores igualmente interesantes.]

Feliz Año Nuevo y un saludo a todos.  

Massimo Fini


Pensar que la Historia terminará simplemente porque el hombre de ha dado un cierto tipo de organización política y social es ante todo ridículo e infantil, precisamente a la luz de la Historia. Casi todos los regímenes políticos han pensado lo mismo. […]

También la democracia liberal, no obstante los delirios de inmortalidad de sus forofos, tendrá un fin como todas las construcciones humanas, por naturaleza caducas. En particular las políticas que se han demostrado bastante más frágiles y transitorias que las religiosas, justamente porque, a diferencia de éstas, se deben medir con la dura realidad y no con la metafísica. Escribía en 1684 Lord halifax, uno de los padres del parlamentarismo: “Nada hay nada más cierto que el hecho de que todas las instituciones humanas cambiarán y con ellas las llamadas bases del gobierno. El derecho divino de los reyes, los derechos irrevocables de la propiedad o de las personas, las leyes que no pueden ser revocadas y modificadas, no son más que expedientes para vincular el futuro”. Pero el futuro no es hipotecable. ¿Porqué precisamente la democracia que, en términos históricos, es una recién nacida, sobre cuya solidez nada se puede decir aún, debería tener un destino distinto y ser el sistema definitivo? El transcurso del tiempo ha visto desfilar, por limitarse a lo que tenemos más cerca, las comunidades tribales, los antiguos imperios mesopotámicos, la polis griega, la Roma republicana e imperial, el feudalismo, la monarquía absoluta y la parlamentaria. Algunas de estas formas de organización han durado miles de años y parecían indestructibles. Pero la última que a llegado tiene la presunción de haber dicho la última palabra.

La idea de que la democracia represente la finalidad y el fin de la Historia no es sólo infantiul e ingenua. Es paranoica. El “Fin de la Historia” sería la historia del fin, la muerte del hombre, un Edén de cementerio. Con permiso de los liberaldemócratas también la democracia irá, antes o después,  al cubo de basura de la Historia, y ésta terminará únicamente cuando el último hombre haya desaparecido de la faz de la Tierra.

Pero incluso quien, en Occidente, no delira al estilo de Fukuyama, de Bush y de sus infinitos compadres y –abandonando el optimismo historicista- no cree que existan “leyes de la Historia” o que la Historia tenga una finalidad (es la posición, entre otros, de Popper) considera sin embargo que la democracia sea de todos modos “el mejor de los sistemas posibles” o por lo menos el mejor de los conocidos hasta la fecha. Pero esto no se puede sostener, ni históricamente ni conceptualmente. Si se admite como Popper que la Historia no tiene una finalidad y que no existen leyes ineluctables que van en la dirección de una constante mejora d ela condición humana, no hay ninguna garantía de un progreso lineal y nada impide que lo que a nuestros ojos de occidentales, incansablemente a la búsqueda de lo mejor, aparece como una evolución, sea en cambio lo contrario. Y justamente la tan cacareada democracia liberal es una demostración y un ejemplo.

Si miramos las cosas objetivamente, sin dejarnos deslumbrar por nobles y abstractos principios, descubrimos que en la relación gobernantes-gobernados la democracia liberal, respecto –pongamos- a la monarquía absoluta, ha empeorado la situación del mismo pueblo al que ha otorgado formalmente la titularidad del poder. Porque puede suceder que el rey por derecho divino o semidivino, gracias a que tiene el puesto, por así decir, asegurado, defienda al pueblo contra las aristocracias y las oligarquías que lo oprimen, como hicieron los Tudor y los Stuart que durante un siglo y medio se opusieron a los grandes latifundistas que, husmeando el incipiente capitalismo, querían cercar los propios terrenos rompiendo el régimen de campos abiertos (open fields) que sostenía el delicado equilibrio del mundo agrícola, salvando millones de campesions de la miseria y del hambre en las que precipitaron inmediatamente, convirtiéndose en carne de cañón para las fábricas, en cuanto la revolución parlamentaria de Cromwell, que preanunciaba la democracia, dio el visto bueno a los enclosures.

La oligarquías democráticas en cambio, justamente porque están en feroz y permanente competición entre ellas por el mantenimiemto del poder, están obligadas a pensar antes que nada, si no exclusivamente, en su propia supervivencia. Y su principal enemigo como hemos visto es el pueblo.

jueves, 22 de diciembre de 2011

DEMOCRACIA (7)

[Este texto, junto con el siguiente que colgaré en pocos días, concluye el ciclo de Massimo Fini dedicado a la democracia. Naturalmente son sólo extractos pero capturan lo esencial del pensamiento del autor. En mi opinión representan una descripción precisa de las democracias actuales y son críticas difícilmente refutables. Otra cuestión es si otros sistemas son mejores, pero ver con claridad el verdadero rostro de la democracia es importante, porque de entrada nos quita las anteojeras de la propaganda democrática, que condena como ilegítima e inmoral la voluntad de cambiar el sistema, y tira a la basura la pretensión, frívola y totalitaria, de superioridad moral, de las democracias occidentales, hasta el punto de considerarse las únicas con derecho a utilizar la guerra, llamándola con otro nombre y negando a los demás incluso el derecho a defenderse.]



Massimo Fini

Extraído de "Súbditos. Manifiesto contra la democracia" 

La democracia liberal, como hemos dicho, no es, en sí misma, un sistema totalitario –es sólo un régimen opresivo como los demás- pero se ha revelado, más que el ineficaz marxismo, más que los fascismos, el contenedor ideal, el más adecuado, del más totalizador sistema productivo que haya existido nunca y en el cual vivimos. Sartori define el totalitarismo “la destrucción de todo aquello que es espontáneo, independiente, diferenciado y autónomo en la vida de la colectividad”. El industrialismo, vestido de democracia, todo nivela y homologa, todo racionaliza, materializa y cuantifica según la razón económica, absorbe todo en sí mismo, incluso los antagonismos y los antagonistas más recalcitrantes, reprogramándose continuamente, con una extraordinaria capacidad camaleónica y mimética, tan parecida al sistema institucional que es su envoltorio.

En este nivelamiento naufraga nuestra identidad. También porque en la sociedad premoderna y predemocrática el hombre de ayer encontraba precisamente en los lazos y límites que delimitaban su vida la propia individualidad y subjetividad; el de hoy, democráticamente liberado de aquellos vínculos, tecnológicamente liberado de aquellos límites territoriales y lanzado al mundo global, pierde cualquier punto de referencia. Es anónimo y está solo. Pero no por ello es más libre y dueño de su destino. Ya en 1959 notaba el sociólogo americano Wright Mills en La Élite del Poder, tratando de la condición de los comunes ciudadanos en la democracia: “Se dan cuenta de que viven en una época de grandes decisiones, pero ninguna decisión depende de ellos”. Y efectivamente decisiones, políticas, económicas, tecnológicas, científicas que tienen un peso determinante en nuestra vida se toman en lugares institucionales, conceptuales, geográficos, lejanísimos de nosotros, en algún punto indefinido de la globalización, fuera de cualquier control por nuestra parte.

Pero esta es la razón más superficial de nuestra falta de libertad. Si fuera solamente una cuestión de multinacionales, de un “trust” de “cerebros” que guía el tinglado, de alguna Trilateral o “Spectra”, las cosas serían más simples. Pero el hecho es que el hombre moderno, nacido con el liberalismo, el individualismo, la democracia, se ha convertido en rehén del mecanismo industrial, tecnológico, productivo y económico, que él mismo ha creado y que se les ha escapado de las manos a los mismos aprendices de brujo que pretenden gobernarlo. Un mecanismo que se autoregula exclusivamente en función de su propio crecimiento, indiferente a la condición humana. No son las oligarquías, nacionales e internacionales, políticas y económicas, las que lo guían, éstas son solamente las que se benefician día a día y las moscas que acompañan una carroza que va por su cuenta.

El individualismo liberaldemocrático ha terminado entonces produciendo un sistema que, en una superposición de pautas, se ha vuelto justamente contra el individuo. […] El hombre no se ha aislado de la masa sino que ha entrado en ella enteramente. Pero no para participar en la sociedad, sino para sufrirla de la manera más miserable. El hombre no ha estaso nunca tan condicionado, hasta en sus últimas fibras, como en la actual sociedad democrática de masas, de la cual forma parte como simple engranaje en el omnipotente mecanismo che la gobierna, prescindible y reeemplazable como los objetos que produce, sin dignidad y sin honor. El homo democraticus está masificado sin formar parte de una comunidad, es single sin ser individuo, está solo sin ser libre.

De acuerdo, la democracia no será la democracia, más bien se parece peligrosamente a su contrario, pero es el único régimen en el cual el ciudadano tiene por lo menos el derecho y la satisfacción de poder expresar sus ideas, las que sean, con tal de que renuncie a hacerlas valer con la violencia.

También esto es verdad sólo hasta cierto punto. Algunas ideas, por ejemplo las fascistas, nazis, xenófobas, antisemitas, totalitarias y, en algunas democracias, comunistas, son delito aunque uno se limite a expresarlas o a organizarse para hacerlo. Como también es delito, o sujeto a una censura social tan violenta que equivale a una prohibición, hacer “revisionismo” sobre algunos hechos históricos sobre los que se funda la legitimidad y la superioridad de las Democracias que resultaron victoriosas en la Segunda Guerra Mundial. Lo cual además de una violencia, es un sinsentido. […] La Historia es por sí misma revisionista. Cada generación tiene el derecho de mirar los eventos del pasado con  sus propios ojos y dar su propia interpretación. Y también esta profunda hostilidad, si no algo peor, hacia el “revisionismo histórico” es un signo del delirio democrático, que pretende congelar la Historia en la democracia.

En realidad, mirando bien las cosas, la democracia acepta sólo las ideas que están dentro de la ideología y los esquemas mentales democráticos. En esto no se diferencia sustancialmente de otros regímenes semiautoritarios. Por ejemplo de una teocracia de tipo islámico. He estado en el Parlamento de Teherán en la época de Jomeini, y he asistido a debates muy acalorados entre posiciones netamente enfrentadas. Cualquier idea era admitida siempre que respetase la regla básica de la teocracia, según la cual el poder político está sometido al religioso -o coincide con él-, y la ley lo está a las normas del Corán.

La democracia no se comporta esencialmente de manera distinta: acepta cualquier idea con tal que no sea antodemocrática, y no la ponga por tanto radicalmente en entredicho. La convicción de los teóricos de la democracia es que este régimen puede ser  reformado y perfeccionado pero no tiene alternativas. Ni ahora ni nunca. Popper, en particular, sostiene lo que él llama un piecemeal social engineering, es decir un “reformismo a trocitos”, en pequeños pasos, precisamente porque considera inaceptable un cambio radical, una catarsis violenta. Popper la llama “sociedad abierta” pero en realidad es una sociedad cerrada, exactamente como todas las demás, porque hipotiza precisamente el mismo “poder sin fin” de un régimen político, algo que según el mismo Popper caracteriza los regímenes totalitarios.

domingo, 11 de diciembre de 2011

DEMOCRACIA (6)


[Reanudamos la serie de textos de Massimo Fini dedicados a la crítica de la democracia.]

Massimo Fini

Extraído de "Súbditos. Manifiesto contra la democracia"


La democracia es un método, una serie de reglas y de procedimientos […] puesto que no tiene contenidos, fines, valores en sí mismos, no siquiera los de libertad o igualdad, y se preocupa sólo de que el mayor número posible de ciudadanos participe en las decisiones colectivas, el respeto de los procedimientos se convierte en fundamental para las democracias liberales. Es todo lo que, podando aquí y allá, le queda. […]

Naturalmente en el tiempo estas reglas pueden ser cambiadas, pero siempre siguiendo los procedimientos formales y constitucionales vigentes en ese momento. Es decir las reglas no pueden ser cambiadas “estando en marcha”. De otra manera se precipita en el arbitrio y colapsa todo el andamio liberaldemocrático. El respeto de los procedimientos es “La última Thule” de la democracia, sin esto no hay democracia. Ni siquiera esa pálida sombra, que va de fictio iuris en fictio iuris, a que se ha reducido.

Pero las oligarquías han conseguido romper también esta “barrera del sonido”. Escribe Norberto Bobbio: “Una cosa es la constitución formal y otra la constitución real y material”. ¿Qué es esta ‘constitución material’ que salta de repente después de tanto hablar de leyes, de normas, de procedimientos, de ‘reglas del juego’ sagradas e inviolables? Es la que las oligarquías se crean violando día tras día la Constitución formal, es decir las famosas ‘reglas del juego’. Y cuando se viola la Constitución formal para sustituirla con un bricolage creado por las oligarquías sin el consenso de los ciudadanos, sin que se les haya dado siquiera la posibilidad de expresarlo, la demicracia no es ya democracia. Es un fraude. […]

¿Qué es lo que queda entonces, al final, de la democracia? El cansino rito de las elecciones, repetido cada cuatro o cinco años, en el que se nos imponen candidatos que no elegimos y representantes que no nos representan. Escribe Kelsen: “Se podría creer que la particular función de la ideología democrática sea mantener la ilusión de la libertad” y se pregunta cómo es posible “una tal escisión entre ideología y realidad”. También nosotros nos lo preguntamos.

Pero las elecciones no tienen la función de elegir representantes que se seleccionan en otro lugar. Tienen otras, mucho más importantes. La primera es legitimar el poder de las oligarquías, perpetuándolo. Es la misma función que en el Medioevo tenía la unción del rey, para consagrarlo y por tanto legitimarlo.

La segunda es presentar un aparente recambio de las clases dirigentes con métodos pacíficos y así garantizar la paz social. Hay en efecto un único aspecto en el cual la democracia ‘real’, la de las oligarquías, es coherente con las premisas de la ideal: el rechazo de la violencia como método para dirimir los conflictos políticos, sociales e individuales. […] Este objetivo se alcanza con las elecciones en el ámbito de la competición política, y el rigor de la ley para los conflictos privados.

Si las oligarquías democráticas no usan la fuerza bruta para ejercitar el poder es porque no tienen ninguna necesidad de ello. Tienen el monopolio de la violencia legal, por medio del estado que han ocupado arbitrariamente. Es por tanto del máximo interés para ellas que la situación permanezca pacífica para no turbar el sereno disfrute de sus privilegios.

De frente a los abusos y los atropellos de las oligarquías (entre los más comunes está el de favorecer, de todas las maneras y en cualquier ocasión, a los propios adeptos en perjuicio de los otros, premiando la fidelidad al grupo sobre el mérito) el ciudadano individual está inerme. No puede recurrir a la violencia –tiene las manos atadas por la ley- y está solo. Es la primera vez que el individuo se encuentra en una situación de tal impotencia de frente a las oligarquías. En época premoderna cada cual formaba parte de manera natural de un grupo, de la familia ampliada, de un clan, de una orden, de una corporación, de una comunidad, que constituían una parcial disuasión, dique y defensa contra los abusos y los atropellos de los varios poderes, legítimos o arbitrarios. En aquellos tiempos el monopolio de la violencia por parte del Estado no era tan absoluto, el derecho era en buena medida consuetudinario (la codificación, la reglamentación de la vida del individuo en todos sus aspectos es una obsesión burguesa y democrática) y existían amplios márgenes de autodefensa privada que era más eficaz porque el individuo no estaba aislado […] También el noble sabía que no podía superar ciertos límites con su propio campesino (menos aún con el de otros) con el cual vivía, además, codo con codo.

En democracia sin embargo el ciudadano single, enredado en las leyes, convertido en inofensivo, y aislado, está completamente sin defensas de frente a la prepotencia de las oligarquías […]

Mientras pisotea la libertad de la persona, haciéndole creer que tiene más de la que tuvo jamás en el pasado, porque puede escoger entre varias marcas de frigorífico, la democracia no realiza ni siquiera la voluntad de la mayoría. Entre una y otra se insertan las oligarquías, las que realmente tienen el poder, anulando ambas. No somos más que súbditos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

EL PODER PEDAGÓGICO DE LOS CUENTOS


Maurizio Blondet

El mundo interior es lo que distingue el hombre de cualquier otro animal, basta observar los monos en la jaula del zoo para comprender que escrutan constantemente, tensos hasta el ímite, “el mundo externo”: cada pequeño movimiento, el ruido de una bolsa de cacahuetes, el plátano en la mano de un niño los vuelve hiper-activos, miran alterados para todas partes, lanzan gritos saltando, incontenibles.

Están literalmente “fuera de sí”, absorbidos por el exterior que estimula sus sentidos excitados.

Pero el mundo interior no es menos doloroso. Al contrario, de allí vienen todos nuestros terrores arcaicos. Allí hacen su aparición esas criaturas que plantean las preguntas de frente a las cuales querríamos huir.

¿Por qué también yo moriré?

¿Qué sentido tiene todo esto?

¿Por qué el dolor me ha alcanzado?

¿No hay escpaatoria a todo esto?

El mundo interior es el descubrimiento de la propia soledad radical. Pero explorarlo es tarea propia del hombre, y los cuentos son la única guía básica en este bosque primordial. Enseñan a vencer contra los orcos y las brujas que nos esperan en las vueltas inevitables que da la vida humana. Y dan esperanza: tú también, sastrecillo que presumes de haber matado siete moscas, puedes vencer al dragón y conquistar la princesa durmiente que, en días muy lejanos, era llamada Psique.

Puedes estar junto al Gato con Botas: esta inquietante criatura que, en otra y más arcaica metamorfosis, acompañó Tobías hijo de Tobit a pedir lo suyo, y se llamaba Rafael.

Este Rafael tenía en efecto las botas de siete leguas, porque junto a él Tobías recorrió a pie en dos días el camino a Ecbatana, al menos 300 kilómetros; y cuando el demonio que mataba los maridos salió de Sara, mientras Tobías gozaba de la primera noche con la esposa aquél ser persiguió al demonio hasta Egipto y lo encadenó.

Una criatura mágica, que indicó a Tobías cómo capturar el pez con cuya hiel, corazón e hígado se puede curar a un ciego y expulsar un demonio asesino.

Es una vieja historia, narrada muchas veces, de muchas maneras distintas, y sin embargo siempre igual.

Es inútil decir que es inverosímil.

Ese pez que cura inverosímil se convirtióp en “verdadero” muchos siglos después, cuando sus secuaces se reconocieron entre ellos con el signo del Pez, Ichtyos. Le vieron devolver la vista a los ciegos y expulsar los demonios, y vieron su corazón partido.

Mas para el niño son cuentos, es inútil preguntarse en seguida si son verdaderas, si el deseo será concedido.

Por ahora, basta saber que el Mago, que se llamaba Merlín y en tiempos mucho más primordiales se llamó Wotan, o más bien Ouranos(1), se hace escurridizo e invisible, parece que no está ahí, y al final el héroe del cuento descubre que ha estado siempre a su lado, le ha indicado el camino, lo ha auxiliado y sostenido en cada momento.

Esto narran los cuentos.

Cada cual decida por sí mismo, con los años, si son falsos o verdaderos: te dejan libre, mientras te introducen en el mundo interior –en el cual vivirás como hombre- y en sus territorios.

Pero la pedagogía iluminista no quiere. Quiere que el niño esté absolutamente dentro de la “realidad” y que no se escape, que no sueñe; que se convierta en un ciudadano y a lo mejor en un operador de Bolsa, un hombre con los pies en la tierra, que no espera nunca la ayuda del Mago(2).

Así quieren a nuestros niños, los pedagogistas. Aun a costa de hacer de ellos hiperactivos que se bloquean en el pensamiento, unos enfermos. Yo sospecho que los padres de la pedagogía iluminista lo sabían perfectamente, pero han vetado de todos modos los cuentos por el motivo que podemos intuir: para impedir que los niños lleguen ni siquiera a hipotizar Rafael con botas de siete leguas, que no oigan nunca hablar del Mago siempre invisible pero que, quizás, te está indicando el camino.

En el fondo, nadie es tan realista y secularizado como los monos en el zoo:

¡Qué mago ni que puñetas, traed los cacahuetes! ¡Agarra el plátano! ¡Todos ls plátanos! ¿A cuánto estánlos plátanos hoy? ¡Tres mil cacahuetes para mí! ¡No, a mí, ocho mil! ¡Enseguida!

Con gestos descompuestos, con gritos, saltando, meándose por la excitación…exactamente como los brokers en Wall Street, como los magnates del vapor, como los listillos del barrio, como los políticos del zoo parlamentario.

Gente con los pies en la tierra. Que no cree en fantasías.

NOTAS

(1) Increíblemente la pedagogía iluminista (por lo menos en Francia) aconseja a los jóvenes profesores, durante su formación, evitar cualquier relación afectiva con sus slumnos. Mientras que la misma neurología dice que un niño que no está involucrado emocionalmente no es capaz de aprender nada.

(2) Ouranos en griego es el cielo estrellado: palabra antiquísima que en sánscrito suena Varuna (Uaruna), el Omnisciente, el primer y más alto dios.

viernes, 25 de noviembre de 2011

EDUCACIÓN


Maurizio Blondet

Este artículo trata de la situación educativa y la universidad en Italia, pero todo lo que dice es aplicable igualmente a nuestro país y a todos aquellos en los cuales la pedagogía progresista ha devastado el sistema educativo.

La Universidad en Italia: un aparcamiento donde se mata cualquier deseo por el conocimiento.

Quien me acusa de violencia verbal contra la Casta quizás aquí tendrá una explicación: no sólo violencia verbal, urge la violencia física para liberar la Universidad de los parásitos que atestan las cátedras, resultados de una larga selección de lameculos, mediocridades que matan a la juventud, espiritualmente e intelectualmente. […]

Un proverbio americano dice: enseñar no significa llenar un saco, significa encender un fuego. En el liceo de mis tiempos aún encendían este fuego. No nos evitaban las dificultades, no nos facilitaban; también ésta era una manera de encender el fuego, las nociones fáciles lo apagan. No era un buen estudiante (muchas malas notas en latín, griego, álgebra) pero he aprendido cómo aprender para toda la vida. Como estudiar sin comprender todo desde el principio.

A un joven inquieto yo aconsejaría “El Arte Descentrado” de Hans Sedlmayr: libro capital, que explica el arte contemporáneo como síntoma de la enfermedad espiritual de Occidente. Pero es un libro difícil. Sono casi apuntes de las lecciones del gran crítico de arte vienés. Es un libro que uno debe resignarse a entender a trozos, por frases iluminantes: pero éstas ya valen por sí solas la fatiga y la lectura. ¿Se les ha capacitado, a los jóvenes, para la concentración? ¿Para leer con esfuerzo y no abandonar una lectura que no comprenden del todo, tan “frustrante”? A la frustración se la vence con la curiosidad, con el fuego del saber. Pero estas ganas deben ser creadas. ¿Cómo?

Creando el hábito mental del aventurero, del explorador. En efecto la cultura es una exploración, más arriesgada que internarse en las selvas del Mato Grosso a la búsqueda del arca perdida. No es algo para catedráticos y eruditos, sino para Indiana Jones. Requiere valor, tenacidad, apertura hacia verdades perturbadoras que te harán para siempre distinto de lo que eres; debes estar preparado para perder la fe en Dios o encontrarla, condenar tu alma o salvarla para siempre, ser devorado por dragones y superar pruebas iniciáticas. Requiere el espíritu del buscador de esmeraldas que criba toneladas de desechos para buscar una gema, el alma del pirata que roba tesoros de galeones ajenos.

La cultura es aventura, riesgo a voluntad: si no lo es, aburre, no es cultura…pero hay qe aprender a distinguir el aburrimiento académico, erudito, de la esmeralda bruta que vale el esfuerzo. Y también esto se aprende con la cultura. El habitus del pirata hay que crearlo desde antes de la escuela.

Si alguna madre me está leyendo, una sugerencia: que lean cuentos a los niños aún analfabetos. Pero no los relatos modernos, inventados por pedagogistas, que hablan de contables y administradores. Los cuentos que hacen falta son los antiguos. Los recopilados por los hermanos Grimm pueden bastar. Son parte de un repertorio invariable que se remonta a la edad de la piedra, transmitido hasta nuestros días.

Esos cuentos, en su tiempo, eran mitos de fundación, y ritos terribles: niños enviados a que se perdiesen en el bosque, caperucitas rojas devoradas por lobos-totem, brujas con casas de mazapán que guisan a los niños, princesas envenenadas por el huso que se clavan, orcos que sienten su olor y los buscan…historias que dan miedo.

Madres, dejad que los niños tengan miedo de los cuentos que les fascinan. La voz con la que se los leéis, la voz de mamá, basta para tranquilizarlos, no hay peligro. Pero leédselos esos cuentos con libros ilustrados, con ilustraciones antiguas: nada de muñequitos de Disney, sino el Gato con Botas inquietante como es, la bruja cocinera que parece de verdad.

Sobre todo, no intentéis explicarles los símbolos que hay detrás, de “racionalizar”. Un niño de cinco años no tiene necesidad de “razones” sino de ejemplos fascinantes e incitantes. De saber que en los libros hay cosas tremendas y misteriosas, casi incomprensibles, pero que “atrapan” y hacen venir ganas de entrar con Pulgarcito en el bosque espantoso, de subir en la judía que llega hasta el cielo…y que todo esto es de verdad posible. Es más, que es necesario hacerlo.

Así hacía la pedagogía antigua: narraba acerca de Rómulo y Remo que chupaban la sangre de la loba (¿La misma loba-totem de Caperucita Roja? ¿U otra más atroz y misteriosa, que criaba guerreros-lobo?), la guerra de Troya por el amor de una mujer, con guerreros que se destripaban unos a otros; Homero describe la sangre real vertida por el moribundo. ¿Os parece una lectura para niños? […]

Las vidas de hombres ilustres, verdaderas o no (o más verídicas que la realidad), las vidas de los héroes: modelos a imitar, ejemplos que encienden una llama para las cosas altas y nobles, al riesgo, al misterio, al misterio que no se entiende.

Cuando yo era niño, en el Corriere dei Piccoli debía haber alguien que pensaba así, porque empezó a contar por capítulos la historia de Sigurd. Es la historia más bárbara y atroz que existe, el oro de los Nibelungos, la saga germánica. Sigurd, me enteré más tarde,  es tambien conocido como Sigfrido. La historia era en formato de tebeo, bien ilustrada.

Recuerdo el joven rubio que misteriosamente el mago hizo dormir, y se despertó adulto; de la espada rota, que a él y no a otro estaba destinada, y que fue reconstruida por los enanos que trabajaban el metal. Recuerdo el guerrero que mata al dragón Fafnir, y se baña en su sangre para ser así invulnerable; recuerdo al hoja que se posó en su hombro, y lo hizo mortal sólo en ese punto (Sigurd es el Aquiles alemán con su talón vulnerable), recuerdo Brunnhilde durmiente entre muros de fuego, y la esposa que marca con un recamo el punto vulnerable de Sigfrido, y su muerte, y los Hunos…No se nos ahorraba nada, en la sangrienta historia de una inmortalidad física casi alcanzada pero traicionada, sin embargo casi casi posible.

Mi madre me leyó también un libro ilustrado con figuras de guerreros aqueos, desnudos con el yelmo adoprnado por crines y la espada corta, creo que se llamaba “las más antiguas historias del mundo”: también la historia de los Átridas, Clitemnestra que de acuerdo con su amante le da de comer al marido Agamenón sus propios hijos, la caden ade venganzas. No se me ahorró Edipo, la Esfinge y su profecía, el parricido, el incesto con la madre.

Decidme, ¿Eran lecturas para niños?

No lo eran. Uno puede decir que mo madre ha hecho de mí un inadaptado asocial. Y en efecto no he terminado la universidad, no he ido a la Bocconi [Nota: prestigiosa universidad privada italiana donde se enseña economía y empresa] no he triunfado en una brillante carrera y del último periódico donde he trabajado me han despedido: un fracasado. Pero no me lamento, al contrario estoy agradecido a mi madre.

He aprendido que en el mundo y en los libros suceden cosas tremendas e incomprensibles, que la vida es un camino para el cual Sigurd es un modelo, que vale la pena querer la inmortalidad: he aprendido que existe el Destino inescrutable, que lo importante, lo que cuenta, es combatir noblemente, no vivir. No digo que yo viva noblemente: pero por lo menos es el modelo que tengo.

Cuentos, cuentos: para los niños que aún no tienen una mente, pero tienen ya un corazón que se puede encender, es más tienen el corazón como órgano de comprensión; es la única manera de impartir enseñanzas. Se llama, o se llamaba, educación de los sentimientos.

La escuela hace lo contrario, hoy. Esencialmente porque sigue una pedagogía de matriz radical, iluminista, de un iluminismo además residual, hecho de dogmas mínimos, que los maestros aceptan sin mayor consideración (quitando alguna excepción).

El dogma fundamental de esta pseudo-pedagogía es el de Rousseau: “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. La realidad es evidentemente la opuesta: el niño nace no sólo salvaje, que hay que civilizar, sino también inclinado al mal. Como sucede para todos, hacer el mal sale más fácil que hacer el bien.

El niño debe ser adiestrado al esfuerzo necesario, para que no piense que lo que haría espontáneamente en la vida sea “bueno”. Todo lo bueno es resultado de esfuerzo, fatiga y estudio.

El niño nace privado de lo que Freud llamaba “principio de realidad”: piensa que tl mundo entero está a su servicio, dócil frente a su imperio de pequeño megalómano bárbaro y a todos sus deseos. Una pedagogía concreta, no ideológica, lo debe desengañar lo antes posible, haciéndole “sentir” que la realidad no está a sus órdenes y resiste a sus deseos e impulsos. De otra manera con 20 años será un grandullón megalómano y bárbaro, que asesina a sua novia porque se le resiste y manifiesta una voluntad distinta a la suya.

La pseudo-pedagogía ideológica comete aún otro error ridículo: piensa que cada alumno tiene, por derecho democrático, un “Yo”. Y en consecuencia lo trata como un pequeño adulto, como un ciudadano de baja estatura. Si se comporta de manera prepotente, recurren a la “educación para la legalidad”.

El iluminismo de saldo cree que basta enseñar “educación cívica” para que surjan sentimientos de honradez. La lectura de la Constitución es el instrumento educativo primario.

Obviamente el chaval comprende enseguida una cosa: que los “grandes” son los primeros que violan la Constitución y no practican la “legalidad”, empezando por los políticos y el gobierno, la magistratura y el parlamento; y concluye que la “legalidad” no es más que hipocresía y falsedad. No es casualidad que los chicos de hoy sean al mismo tiempo cínicos, desinformados y atraídos –como revelan las encuestas- por modelos dictatoriales y autoritarios. Que por lo menos “funcionan” y son menos hipócritas.

La pedagogía democrática obtiene el resultado opuesto al que aspira: como a menudo ha sucedido al ilumunismo progresista. Se llama ”heterogénesis de los fines”. Un “yo” no existe como dotación natural. El “yo”, la personalidad, se forma con la educación, el  choque con la realidad y las experiencias dolorosas. Y quien no tenga los ojos vendados por la ideología ve que el “yo” se forma “desde fuera hacia dentro”.

Al principio se quiere, siente y piensa lo que siente, quiere y pensa el grupo, la banda de coetáneos; uno no tiene deseos propios, sino los deseos de “todos los demás de mi edad”: quiere la misma ropa, los mismos signos de prestigio y reconocimiento que “tienen los demás”.

Privado de una personalidad, el chaval –sobre todo el adolescente- es dolorosamente conformista. Es también falso, porque no tiene un yo. La niña buena de la familia va con doce años a zorrear en una discoteca, el niño normal entra en la banda, se conviete en uno de la banda  y comete las acciones odiosas y autodestructivas de la banda. Tienen por lo menos dos “yo”, ambos postizos y provisionales.

Una pedagogía seria debe “unificar” los “yo” falsos y múltiples del chico. En otras palabras ayudarle a ser “auténtico”. Capaz de preguntarse llegado el momento: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿de verdad quiero “como todos los demás”?

Es el descubrimiento de la soledad radical, soledad fecunda, de la cual todo puede surgir: un Leonardo da Vinci o un obrero metalúrgico orgulloso de su oficio.

También por esto la escuela, antes de la pedagogía ideológica, imponía el uniforme: para ocultar los signos de la riqueza, de la diversidad social. Era más educativo que le educación cívica, era educación cívica en la práctica: para el poder público, todos son iguales. Es extraño que esta elemental práctica de democracia sea rechazada por los “democráticos”.

 Puesto que no tiene un “yo” el niño es impermeable a los conceptos. No los entiende. La comprensión del cncepto, es decir el pensamiento, es una conquista relativamente tardía (personalmente fui consciente de ello hacia los 16 años cuando un estudiante que me daba clases me introdujo a la lectura de Thomas Mann, novelista filosófico de base) y para muchos no llega nunca. La pseudo-pedagogía escolástica quiere impartir conceptos y se muestra ridícula.

Una madre me cuenta que su hija, de 9 años, vuelve del colegio y pronuncia palabras como “autótrofo” y “heterótrofo”. ¿Qué es eso? Pregunta la madre. “Son las algas azules” los autótrofos que sintetizan su alimento no de otros seres vivos, sino de la fotosíntesis.

Pero la niña no sabe qué hacer con esas nociones, prematuras, que se le quedan pegadas junto con la falsa idea de haber “aprendido”, de “saber”. La misma niña vuelve del colegio y pregunta: “¿Mamá, nosotros somos ricos? Me lo han preguntado los compañeros”. O vuelve de la catequesis y pregunta: “¿Mamá, yo soy virgen?”

Espero que sí, piensa la madre. Pero se trata simplemente del cura que ha contado algo de María Virgen, sin explicar bien -¿cómo hacerlo?- la virginidad.

A los niños no hay que impartir conceptos. Hay que educarles no el cerebro (que aún no tienen) sino el corazón. Con los grandes ejemplos. Por esto toda la pedagogía clásica consistía en aprender el griego leyendo la Ilíada y las historias de los héroes, en dividir la clase entre Aqueos y Troyanos.

Los textos de enseñanza se llamaban “Vidas de Hombres Ilustres” y “Vidas Paralelas”: ejemplos de abnegación, de valor heroico por el Estado. En la Edad Media, esta función la tenían las historias de caballerías: educaban a la nobleza de ánimo, a la magnanimidad, con el ejemplo.

Ejemplos “bellos” ante todo: estéticos antes que éticos (la ética es burocrática o moralista, y los chavales del moralismo se burlan, con razón, cuando quien imparte la lección se comporta de otra manera…)

Y en fin, la escuela de hoy facilita demasiado. También por culpa de los padres: la escuela pública, que nació para unificar un país de cien dialectos y proporcionar las nociones primarias para la supervivencia de una civilización ya bastante avanzada, ahora se vive –en primer lugar por parte de los padres- como un aparcamiento para los insoportables pequeños dictadores que ellos mismos han creado a base de golosinas, teléfonos móviles y zapatillas de marca. Cinco o siete horas de tranquilidad.

La misión de la escuela hay que repensarla: y ante todo hay que restituirle autoridad. El maestro es un oficial público, el padre o madre que lo agrede porque da malas notas a su gamberrito, comete un delito preciso contra el Estado. Cierto es que debería abstenerse de maltratar o ridiculizar al profesor por otros motivos: ante todo por vergüenza. Pero puesto que los padres no han conocido la Caballería, ni Sigfrido y las vidas de hombres ilustres, no se puede esperar de ellos que hayan desarrollado el noble, estético sentido de la vergüenza.

Para ellos es “vergüenza” no dar al niño la mochila de marca y el móvil de último modelo. Sus referencias y modelos son los varios listillos de barrio, los divos baratos de la TV, los “ejemplos” de quien hace dinero sin esfuerzo, ni cultura, ni estudio. Lo dejo aquí para no aburrir.

Perp como hay quien me acusa de “no dar esperanzas” con mis diagnósticos despiadados, replico: como podéis ver, puedo dar recetas para una pedagogía mejor que la imperante actualmente.

En este campo no hay nada que inventar. El obstáculo viene de otro lugar, de la sociedad. Intentad proponer una restauración de la autoridad, de la pedagogía basada en ejemplos heroicos, y dos italianos de cada tres, tres profesores de cada cuatro, gritarán: esto es “fascismo”, reaccionarios católicos, encuadramiento autoritario.

Entonces sigamos teniendo las zorritas de doce años y los veinteañeros que matan a sus novias y ni siquiera se avergüenzan de ello. Dejemos que nuestro hijos sean educados por los publicistas, los variedades de televisión y los gestores de discotecas.

No querría dejar “sin esperanza” las madres que se preocupan y se alarman, que entienden el problema. ¿Se puede hacer algo, a pesar de esta escuela y de todo?

En Estados Unidos, 600.000 familias han retirado a sus hijos de las escuelas, para evitarles la pseudo-pedagogía, y les imparten la enseñanza en casa. Se llama “homeschooling”.

El fenómeno ha comenzado con grupos muy solidarios y unidos (los Amish) pero se ha difundido bastante. Obviamente el “homeschooling” no es fácil si no se es Amish,  o sea si no se vive en familias ampliadas y solidarias, que ayudan a soportar la carga de los niños. Y sin embargo hay familias americanas normales -no ampliadas- que hacen “homeschooling” afrontando los inevitables sacrificios, entre ellos el de coger otra vez los libros y pensar otra vez desde el pprincipio, a la raíz, cómo educar.

La dificultad se hace más llevadera sin embargo, en EEUU, por un interesante fenómeno: basta poner “homeschooling” en Internet y se descubre que hay profesores que ofrecen “paquetes educativos”, dan consejos, y madres o padres que se intercambian experiencias.

Cito solamente algunas.

La primera: las madres han descubierto que, completada la educación primaria, hay que enseñar el latín. Lo han descubierto por sí mismas: la lengua muerta, fuertemente estructurada, enseña el pensamiento lógico, tan necesario en la modernidad técnica y científica.

La madres del “homeschooling” han descubierto que le enseñamza elemental debe ser “inactual”. Las bases perennes de la civilización, en resumen. Precisamente es en Estados Unidos saben que sin estas bases, esencialmente míticas, literarias y lingüísticas, no se forman más que monstruos que quizás sean buenos en una técnica, pero inciviles en el resto.

Saben también que un adulto de Wall Street ya no va a leer Shakespeare (o Dante o Cervantes) y que el colegio es para muchos la única ocasión de entrar en contacto con los pilares de la cultura, sobre la cual la civilización occidental se funda.

Hay otro consejo que las madres se dan entre ellas: encontrar en los mercadillos del libro usado enciclopedias para jóvenes “de los años 70”. Es decir viejas. ¿Por qué?

Porque las enciclopedias más recientes o son ultrafacilitadas, con test y respuestas preconfeccionadas, o son enciclopedias llenas de “autótrofos”, de “archaeopterix” y de ilustraciones naturales, pero poquísima historia y ciencias humanas. Las mejores son las que se consultan como un diccionario. Pero hay que ser ya adultos y con una cierta cultura para consultar una enciclopedia de verdad. […]

Las enciclopedias de los años 70 en cambio son historias y narraciones. Su hablan de ciencia, lo hacen contando la vida de Pasteur, de Mendeleiev y de Madame Curie: los “hombres ilustres” sobre los cuales nos fundamos. Son enciclopedias narrativas, que fascinan con  historias humanas, que enseñan a hablar y escribir de manera articulada.

Madres italianas, por lo menos esto se puede hacer: y es incluso económico.

sábado, 19 de noviembre de 2011

LA CRISIS Y EL DINERO FANTASMA


Massimo Fini

Il Fatto [2010]

¿Qué son los 110.000 millones que se van a conceder a Grecia para salvarla de la bancarrota y los 750.000 puestos a disposición por la Unión Europea para crear un gran fondo “anticrisis”? En el mundo globalizado todos los países europeos están endeudados entre ellos y con los demás países industrializados, que a su vez están endeudados con nosotros europeos. Los miles de millones concedidos a Grecia y los del fondo “para derrotar a la especulación” son un préstamo virtual. Se trata de dinero inexistente, “tóxico” no menos que los valores “tóxicos”, que sólo sirve como una dosis más de drogas para el caballo ya dopado, de modo que pueda seguir corriendo un poco antes de reventar definitivamente. Desde hace 15 años los países industrializados, de frente a crisis que se presentan con un ritmo cada vez más rápido, se comportan de este modo: inyectando en el sistema más dinero inexistente.

En 1996 Méjico estaba al borde de la bancarrota: debía 50.000 millones de dólares a los países industrializados. ¿Qué hicieron éstos? Le prestaron otros 50.000 millones para que pudiera devolver los primeros 50.000. Una operación aparentemente absurda que sin embargo conseguía mantener a Méjico enganchado al mundo industrializado, que de esta manera podía continuar vendiendo sus productos a los mejicanos. Más o menos el mismo, con alguna variación, fue el procedimiento en la crisis de los “tigres asiáticos” en 1997. Lo mismo se ha hecho en el caso del colapso de las hipotecas subprime americanas en el verano del 2007, default que se ha propagado a Europa y del cual la crisis actual es una consecuencia (¿Qué es esto de los increíbles tres trillones de dólares que se ha sacado de la manga repentinamente el gobierno de Washington? O los tenían antes y entonces no se entiende porqué no los han usado, o es dinero puramente virtual).

Se tiende por parte de gobiernos y economistas a echar la culpa de estas crisis a la “especulación” y a los “excesos” del capitalismo financiero. Esto es descargar responsabilidades, de manera nada inocente, para eludir el verdadero centro de la cuestión: es nuestro entero modelo de desarrollo que es “tóxico”. El capitalismo financiero no es más que la directa e inevitable consecuencia, además de ser, de alguna manera, la necesaria premisa, del capitalismo industrial. Ambos siguen las mismas lógicas: el beneficio, su maximización con el mínimo esfuerzo y, sobre todo, la incansable apuesta sobre el futuro. Un futuro hipotecado hasta épocas tan sideralmente lejanas que es inexistente. Como el dinero que lo representa (con una milésima parte del dinero circulante actualmente, en sus varias formas, se compran todos los bienes y servicios del mundo. ¿El resto entonces qué es?). Atacar el capitalismo financiero pasando por alto el industrial es como maravillarse de que habiendo inventado la bala se haya llegado a los misiles.

Nos estamos comportando como un individuo que teniendo una deuda, para cubrirla, contrae una más grande y luego otra aún mayor y continúa así. A nivel individual este juego dura poco. Para un modelo que se propone como planetario las cosas van más para largo. Pero un sistema que se basa en el crecimiento exponencial, que existe sólo en las matemáticas y no en la naturaleza, cuando ya no tenga la posibilidad de expandirse implosionerá fatalmente sobre sí mismo. Y ya estamos cerca de ello. Lo indica también el hecho de que, estando nuestros mercados fuertemente saturados, vamos a la búsqueda desesperada de otros, aunque sean pobres o paupérrimos, y estamos dispuestos a bombardear sin piedad a los pueblos, como el afgano, que no quieren entrar en este mecanismo. La paradoja de este modelo de desarrollo es que habiendo apostado todo sobre el caballo de la economía, margionalizando cualquier otro valor y exigencia humana, está fallando justamente en el plano económico.

Espero que esto abra los ojos a la gente y la induzca, pronto, mañana, en seguida, a ahorcar en el mástil más alto a los idiotas y los impostores que están serrando el árbol sobre el que estamos sentados. Pero no creo mucho en ello. Si estuviera sobre otro árbol me doblaría de risa mirándoles mientras hacen harakiri. Pero estoy en la misma rama y me toca compartir, impotente, como muchos otros de mis semejantes, la suerte que estos canallas imbéciles nos están preparando.

domingo, 13 de noviembre de 2011

LAS MENTIRAS ANTES DEL CAOS


En esta entrada y la próxima pondré sendos artículos de Massimo Fini que tratan el tema de la economía y las crisis financieras, de la máxima actualidad. La última serie de textos dedicados a la democracia será publicada a continuación.
 
Massimo Fini

“Il Fatto”

En la última página de mi libro ‘El dinero, estiércol del Demonio’ de 1998, tras haber narrado la cabalgada triunfal del dinero desde la época de su primera aparición (entre el VIII y el VII siglo antes de Cristo, en Lidia, pequeño reino de Asia menor en la órbita de la cultura griega) hasta nuestros días y de su progresiva transformación, casi alquímica, de simple intermediario en los intercambios, para evitar las triangulaciones del trueque, y medida del valor a mercancía auténtica -aunque muy volátil- concluía de esta manera:

"El día del Big Bang no está lejano. El dinero, en su esencia extrema, es “futuro”, representación del futuro, apuesta sobre el futuro, relanzar la apuesta sobre el futuro, simulación del futuro para uso del presente. Si el futuro no es eterno y tiene su finitud nosotros, a la velocidad a la que vamos, justamente gracias al dinero, lo estamos acortando vertiginosamente. Estamos corriendo a toda pastilla hacia nuestra muerte, como especie. Si el futuro es infinito e ilimitado lo hemos hipotecado hasta regiones temporales tan sideralmente lejanas que de hecho es inexistente. En efecto, la impresión que se tiene es que, por muy rápido que vayamos, o más bien justamente por este motivo, este futuro orgiástico retrocede constantemente ante nosotros. O quizás, en un movimiento circular, Nietzschiano, Einsteiniano, propio del dinero, el futuro nos está llegando por la espalda cargado con la inmensa deuda con la cual lo hemos gravado. Si en fin, como muchos piensan, el futuro es un tiempo inexistente, un parto de nuestra mente, como lo es el dinero, entonces hemos orientado nuestra existencia hacia algo que no existe, hacia nada, hacia la Nada. En cualquier caso este futuro, sea real o imaginario, dilatado hasta dimensiones monstruosas y oníricas por nuestra fantasía y nuestra locura, un día nos caerá encima como un dramático presente. Ese día el dinero ya no estará. Porque ya no tendremos futuro, ni siquiera para imaginarlo. Lo habremos devorado”.

Es lo que está sucediendo, aunque no en los términos tan radicales en que lo expresaba. Para el definitivo colapso hará falta todavía tiempo. No mucho. EL próximo golpe será el del KO. Lo admite el ministro de Economía Giulio Tremonti que en una entrevista con Aldo Cazzullo afirma:

“El colapso de las 'pirámides de papel', en otoño de 2008, ha causado el colapso de la economía real, que sin embargo se estaba desarrollando de manera positiva. Ahora un nuevo, inmanente colapso de la economía de papel hace peligrar no sólo la economía real, sino la estructura soberana de la deuda pública y por tanto de los gobiernos”.

“El rescate de la economía de papel, garantizado por los Estados, ha reproducido en otra forma las mismas condiciones de crisis potencial que había hace apenas dos años…por un lado en el mercado ‘over the counter’, el mercado príncipe de la economía de papel, estamos en los mismos valores de antes de 2008, por otro lado en el mundo cada ocho segundos se emite un millón de dólares o de euros de nueva deuda pública”.

Es decir Tremonti admite que, como escribí hace algún tiempo en ‘Il Fatto’, la crisis ha sido temporalmente contenida inyectando en el sistema más dinero inexistente, drogado, tóxico no menos que los valores llamados ‘tóxicos’, con la esperanza de que el caballo dopado pueda dar algunos pasos más. Pero la cosa no puede ya durar mucho, porque antes o después llega el momento fatal de la sobredosis mortal.

-“¿Pero cómo puede intervenir la política?”-  Pregunta aquí Cazzullo con un temblor en la voz (al menos lo imagino así).

-“Es importante ya solamente comprender esto y tengo la impresión de que, por encima de los  pueblos, superado el ‘shock’ inicial, también segmentos cada vez más amplios de las clases dirigentes empiecen a comprender”-.

Pero en verdad no necesitamos clases dirigentes que entiendan las cosas después de que hayan sucedido, que nos digan el resultado del partido cuando se ha acabado. Lo que yo, que no soy economista, había entendido e intuido en 1998, el ministro de Economía Giulio Tremonti tenía el deber de comprenderlo por lo menos en 2007, cuando se verificó el hundimiento de los ‘subprime’ americanos. Sus sermones de hoy, propinados con gran prosopopeya, además de inútiles son sumamente irritantes (entre otras cosas Tremonti para ‘salvar su alma’ coloca el predominio de la ‘economía de papel’ sobre la llamada ‘economía real’ en la primera parte de la década del 2000, pero este proceso se había ya producido mucho antes; tan cierto es que en 1964 el americano David T. Bazelon, que no era tampoco un economista sino un literato, escribió ‘la economía de papel’ donde defendía esta tesis). Y esto vale obviamente no sólo para Tremonti sino para todas las clases dirigentes occidentales, políticos, economistas, empresarios, intelectuales. Una de dos: o no han comprendido nada, y entonces son unos gilipollas indignos de dirigir ni siquiera un centro de salud, o son unos sinvergüenzas que han hecho como que no entendían, engañándonos antes como ahora.

Porque también la distinción entre capitalismo financiero y capitalismo industrial (la ‘economía real’) es un engaño. El capitalismo industrial se basa en la misma lógica que el financiero: una inagotable apuesta sobre el futuro, futuro que nos indican continuamente, para que nos estemos quietos y buenos, como la Tierra Prometida. Que retrocede continuamente ante nuestros ojos, de la misma manera inexorable en que lo hace el horizonte frente a quien tenga la pretensión de alcanzarlo. Si acaso el capitalismo financiero, con su brutalidad, tiene la virtud de desenmascarar este juego infame que ya dura desde hace dos siglos y medio, que debe terminar y terminará.

En un baño de sangre, cuando, hundido este modelo de desarrollo paranoico, la gente de las ciudades, dándose cuenta de que no puede comer cemento y beber petróleo, se dirigirá a los campos donde será rechazada a golpes de horca por quien, habiendo comprendido a tiempo, habrá regresado, como en los viejos tiempos, a la economía de subsistencia (autoproducción y autoconsumo) en la cual el valor de una vaca, a diferencia del valor del dinero o del petróleo, es siempre el mismo, porque una vaca pasta, transforma la hierba en leche, caga como dios manda y por tanto abona el terreno, en un ciclo biológico perfecto y, en cualquier caso, se puede transformar en filetes. En cuanto a Tremonti y todos los Tremontis de la Tierra, para ellos estará listo, si es que siguen con vida, el árbol en el cual se les rogará que se ahorquen.

sábado, 5 de noviembre de 2011

LA CIVILIZACIÓN FRAUDE


Maurizio Blondet es un periodista y autor italiano, tradicionalista católico, que fue expulsado del periódico católico Avvenire por sus posiciones fuertemente antisionistas y antiamericanas. Mantiene una agencia de noticias online y una editorial:


Escribe sobre política y economía, así como sobre fenómenos sociales en general. En este blog publicaremos tras este texto otros dos, en mi opinión de gran valor, sobre temas educativos.


La Civilización-Fraude

Maurizio Blondet



Fuente: Effedieffe


[Este texto habla de la decadencia de nuestra sociedad, vacía de valores, y avanza la provocativa hipótesis que el Islam tome el relevo ante un Occidente militarmente y técnicamente invencible, pero decrépito y decadente social y moralmente. En mi opinión es de la máxima actualidad, quizá no en lo accesorio pero sí en su esencia.]

Nadie, ningún pensador, analista o periódico importante toma nota de la evidencia que se impone tras el fiasco de la cumbre ambientalista de Copenhague: la inmensa y ridícula brecha entre las ambiciones sin cuento de los presuntos amos del mundo, y la impotencia que exhiben.

Estaba en el programa la ”reducción al 80% de las emisiones”, la disminución de dos grados en la temperatura del planeta, una tarea propia de Dios, a la cual toda la humanidad parecía dispuesta a dedicarse. Con este fin se había proyectado un control totalitario del mundo en una medida nunca vista. Se esperaba la milagrosa llegada del presidente Obama para imponer a centenares de Estados la nueva, inédita governance mundial. Pero Obama no es capaz de imponerse ni siquiera de frente a la lobby americana de la especulación financiera, a la cual no puede ni recomendar la reducción del bonus de los tiburones bancarios; la lobby farmacéutica ha dado al traste con su ambición de imponer la sanidad universal en Estados Unidos, “reforma” que se ha transformado en un inmenso regalo para los seguros privados. La lobby israelí lo ha humillado, obligándole a tragarse todos sus compromisos a favor de los palestinos.

Por lo demás, ¿Cómo podía esperarse que con el pretexto del clima funcionase como gobierno del mundo el representante extremo de una superpotencia en estado terminal, gobernada por un capitalismo terminal y por intereses particulares potentes cuanto suicidas, y además desindustrializada y prisionera en la espiral de una deuda nunca vista en la historia, que hace de ella el super-mendigo mundial, dependiente de su gran enemigo futuro, China?

Es esta irreal esperanza –difundida y apoyada al unísono por los medios occidentales- que merece ser explicada. ¿Cómo ha sido posible subestimar hasta ese punto la evidencia de la impotencia de Obama? Quiere decir que el mundo virtual de la propaganda se ha convertido en un universo cerrado y total, capaz de imponer su “narrativa” (a al vez alarmista y triunfalista: “yes we can, ser como dioses, cambiar el clima” incluso a sí mismo.

Estamos navegando en una nave que nos hemos construido a base de mentiras oficiales, sin ningún contacto con la tierra firme del mundo real, el de las fuerzas y los intereses verdaderos, en conflicto y plurales, inconciliables.

De esto hace falta tener conciencia, y no lo hacemos. Solamente el portal Dedefensa tiene el valor de nominar la cuestión, en sus dimensiones apocalípticas: es necesario superar la pregunta de si la civilización occidental triunfa o está en decadencia –dicen los autores- para considerar una hipótesis inaudita: que “quizás estemos viviendo en una civilización caracterizada en su misma sustancia por el fraude”.

”Civilisation-imposture”: es el título que tomamos de Dedefensa y hacemos nuestro, porque no se puede describir mejor la fractura epocal en que vivimos todos.[…]

En nuestro portal effedieffe nos hemos asombrado y escandalizado repetidas veces de que la pluralidad y la libertad de información occidental, nunca vista antes en la historia, haya dado como resultado una capa de mentira mediática espesa y total, sin resquicios, donde todos los tabúes dictados desde arriba sean respetados ”espontáneamente”, y conminados con una eficacia tan amenazante, superior a la del ex-universo soviético; y sin necesidad de Gulag.[…]

Pero el portal belga añade una diagnosis de este fenómeno sin precedentes: el embuste es inherente a y propio de nuestra civilización, caracterizada por una potencia tecnológica tan abrumadora que disimula la propia decadencia y perversión.

Emborrachada por las fabulosas tecnologías de que dispone, ”la civilización occidental aspira nada menos que a la incorporación de toda la humanidad en una única sociedad, y al control de todo lo que en tierra, mar o aire la humanidad puede explotar gracias a la técnica occidental” (la frase, profética, fue escrita por Arnold Toynbee en 1945), pero lo que expande y difunde a toda la humanidad es su vacío espiritual, su trágica capacidad de rebajar los espíritus (de vaciarlos de sentido) a medida que son conquistados por la ebriedad de su potencia mecánica (1)

Un imperio de la Nada, que satura al hombre con medios y le hace faltar lo esencial: el motivo para vivir. Que impone la absoluta anomalía histórica de una civillización sin religión alguna.[…]

Por todas partes estamos rodeados de neoprimitivos super-equipados con teléfonos móviles, GPS, pantallas planas, conexiones, mecanismos hipersofisticados de los cuales gozan sin tener, no ya la menor noción técnica sobre su funcionamiento, sino ni siquiera la menor curiosidad de aprender algo. Los occidentales son salvajes con huesos en la nariz, tatuajes y pendientes, que pueden ir a las Islas Maldivas gracias a sistemas de transporte aéreo extremadamente complejos, acerca de los cuales no les interesa saber nada. […]

Una sociedad de la cual ha desaparecido cualquier capacidad de disciplina y cohesión, de fineza intelectual, que no tiene el más mínimo respeto por las capacidades y competencias personales, que en su ignorancia impone y privilegia lo más simplista; que ignora los rudimentos del derecho, de las instituciones, de la democracia, y los está demoliendo día tras día. Una política que ni siquiera toma nota de que el poder soberano ha pasado a comisiones europeas no votadas y no elegidas, de las cuales ignoramos los entresijos y los manejos porque nuestros medios ”libres” no nos informan, porque Europa es “aburrida”.

Pero todo esto no es más que el resultado local del gran fenómeno epocal que Dedefensa intenta analizar: la civilización-fraude a nivel planetario.

Esta civilización necesita la mentira porque los ignorantes son el electorado que solicita ser engañado, que no solamente no reconoce las mentiras oficiales, sino que las requiere.[…]

¿Un ejemplo? ”La perpetua guerra al terrorismo de Washington, artificio para preservar su potencia, se da de bruces con la imposibilidad de imponer esta visión virtualista al resto dle mundo, de modo que el resto del mundo de hecho se aleja de las tesis americanas y su representación”

Washington multa a Credit Suisse por desobedecer al embargo comercial decretado contra Irán; pero China consolida sus relaciones comerciales e industriales con Irán y Washington no puede hacer nada, porque depende de la buena voluntad de Pekín, su máximo acreedor y suministrador, para colocar sus títulos de deuda pública. Arrogancia mundialista totalitaria e impotencia en la práctica, cada día más clara: la evidencia de ello se cubre con las mentiras de los medios, cuya complicidad es consciente y plena.

Ni tercer Reich ni zarandajas. Aquí vivimos bajo un Quinto Reich jadeante, que sin embargo logra imponer sus mentiras y su poder porque nosotros –los demás occidentales- la aceptamos y la invocamos.

El Quinto Reich agonizante, como todo Reich, tiene necesidad de inventarse un enemigo para justificar la propia mobilización. Y lo ha intentado tras el 11 de Septiembre, con los resultados que vemos en Afganistán, en Iraq y en Pakistán. En cualquier caso, el enemigo del imperio en fase terminal ha sido identificado con el Islam.

Pero el hecho más trágico lo subraya Dedefensa. No es sólo que ”el sistema no tenga ya un enemigo disponible que le permita llevar a cabo una auténtica guerra y mobilizar todas sus energías”, como sucedió cuando se etiquetaron como el Mal Absoluto los regímenes fascistas en Europa y Japón. Ahora, ”el sistema es tan decrépito que ya no sería capaz de producir eficazmente el volumen de armanentos necesario para una verdadera guerra”, como la que enfrentó a Estados Unidos y sus aliados contra el Tercer Reich alemán y Japón.

Recordemos lo que fue la última guerra. Los millones de ciudadanos mobilizados para el fuego y la muerte. Las batallas oceánicas con decenas de miles de muertos americanos por un sector de playa en Normandía y un islote en el Pacífico. Y en el otro bando la enconada, sobrehumana capacidad de batirse y resistir con la guerra perdida, las divisiones alemanas aniquiladas en Rusia, los italianos y los alemanes en El Alamein, los kamikaze japoneses. Pero recordemos sobre todo la mobilización de toda la capacidad industrial y científica (la flor más preciada de la civilización occidental) que fue empleada; la suma de genialidad y de ideas originales, flor del intelecto occidental, por parte de químicos, físicos, capitanes de industria. Las naciones entraron en guerra con aviones y medios de la primera guerra mundial y terminaron con cazas a reacción, misiles, radares, miles de carros de combate cada vez más veloces y potentes que se lanzaban unos contra otros. Japón, nación históricamente pobre, pudo botar cientos (sic) de portaaviones; hoy no tiene ninguno.

Hagamos una comparación con la  “guerra” de hoy. “El presupuesto de la defensa USA alcanza casi los mil millones de dólares (la suma de los cinco países más potentes que vienen después, superior a todos los medios usados para la Segunda Guerra Mundial) y sin embargo a duras penas puede conseguir 30.000 hombres más para Afganistán; y tardará más de un año en desplegarlos”

Un año o más: comparemos esto con el despliegue relámpago del Afrika Korps y sus medios acorazados, con la rapidísima construcción de redes ferroviarias para abastecer a los ejércitos alemanes en Rusia, mientras por su parte la industria USA era capaz de proporcionar armamento a Stalin, además de a sus propias fuerzas y a los ingleses.

Leed las notas de Albert Speer: ”La producción de partes para los medios blindados fue quintuplicada entre el 1940 y el 1944, y su capacidad de combate casi multiplicada por ocho, obteniendo al mismo tiempo, gracias a geniales racionalizaciones, un ahorro en la mano de obra dedicada a ello del 79%, y del 93% en la cantidad de acero empleada. En 1941 Alemania construyó 1.918 locomotoras; en 1942, 2.637; en 1943, bajo los bombardeos incesantes de sus instalaciones industriales, construyó 5.243”.
¿Y la aviación? Los primeros cazas de la guerra tenían motores de explosión y no superaban los 380 km/h; luego vinieron las turbinas y finalmente los motores a reacción, a mil kilómetros por hora, las V1 y las V2.

Más allá de cualquier opinión que tengamos nosotros (que somos facilones y primitivamente moralistas) sobre estos regímenes opuestos, una cosa está clara: eran capaces de mobilizar recursos espirituales que hoy no podemos ni siquiera imaginar; recursos corporales y mentales, el máximo de la agudeza intelectual. Aquella generación combatió sabiendo el porqué, aquélla era una confrontación entre dos distintas visiones de la civilización.

Lo que hoy sucede a la ”superpotencia americana” está bien ilustrado por las dificultades en la construcción del costosísimo F-35, Joint Strike Fighter, el supercaza de Estados Unidos, como ha descrito una información de ”France Métallurgie”.

La fabricación de los F-35 tiene su cuello de botella en ciertas prensas, que se utilizan para plasmar algunas partes de aluminio del fuselaje. Partes de forma compleja y largas más de tres metros. La Lockheed, que tiene el papel de contratista principal, ha encargado de la fabricación de estas piezas a la multinacional del aluminio Alcoa. El hecho es que la Alcoa tiene sólo una de estas prensas de 25 toneladas, y se ha gastado 100 millones de dólares para modernizarla; en efecto este equipo fue construido en los años 50, y los americanos la copiaron, con gran esfuerzo por las dificultades técnicas que presentaba, de un modelo alemán de la Segunda Guerra Mundial. Según algunos existe una segunda prensa con estas características.

Conclusión de la revista metalúrgica: “Esto significa que el avión americano más avanzado técnicamente será construido usando un equipo de más de cincuenta años y en su tiempo fue considerado un histórico logro de la ingeniería americana. Esto significa que los Estados Unidos y otros países no podrán incrementar la producción de tales prensas (y del avión) por limitaciones en capacidades industriales cruciales. De alguna manera es el testamento de la ingeniería industrial moderna el hecho de que este equipo exista aún después de medio siglo y sea el único disponible para el programa”.

El avanzadísimo F-35 no se podrá construir en masa porque en el mundo hay sólo dos prensas para forjar partes esenciales de aluminio. Imaginemos que Occidente deba un día combatir una verdadera guerra, como los alemanes y los japoneses en el último conflicto. Imaginemos que fuera necesariao acelerar la producción del F-35 a centenares, a miles de unidades: la única superpotencia que queda depende de dos prensas de hace cincuenta años copiadas de los nazis, porque aparentemente ha perdido la capacidad técnica para construirlas. No por casualidad Estados Unidos e Israel eligen “enemigos” a los que están seguros de poder aplastar, la fantasmal “Al Qaeda”, Hamas, los talibanes descalzos armados con RPG.

Pero ya con los guerrilleros afganos tienen dificultades. La civilización-fraude a duras penas consigue desplegar 30.000 hombres y –después de mucho insistir sobre el peligro extremo del “terrorismo global”- no se atreve a ser coherente con ello y apelar a la población para una mobilización total. Porque saben que la respuesta sería la rebelión y las deserciones en masa: los ciudadanos, conformistas, han interiorizado el montaje oficial, creen en el “terrorismo islamico”, pero eso sí, no hasta el punto de aceptar que sus hijos sean llamados a filas en masa. Aceptan el embuste virtualista, pero en el fondo de la conciencia conocen su falsedad. A falta de patriotas vuelven los mercenarios, con los cuales –como Maquiavelo decía- las guerras se pierden, porque el salario no es un motivo suficiente para el sacrificio extremo.

Sólo este aspecto ya revela el horrible atraso del pensamiento (militar en este caso), análogo al atraso tecnológico que no permite multiplicar las prensas Alcoa. El atraso es, radicalmente, de los intelectos y del espíritu.

Se entiende que los talibanes o Hezbollah no serán nunca lo bastante fuertes como para infligir al virtualismo americanista una derrota histórica, de manera que los occidentales podrán ocupar Afganistán durante otros diez años, extender su guerra a Pakistán, bombardear Irán y seguir imponiendo la voluntad de poder americanista indefinidamente, por lo menos hasta que el número de militares suicidas no será intolerable.
Los portaaviones y los misiles intercontinentales además están siempre ahí, suficientes para atacar desde el cielo y disuadir adversarios potenciales más poderosos.

Es por esto que los autores de Dedefensa afirman que esta civilización mundial “usurpa el concepto de civilización y no debería estar ahí”. Con ello encuadran el nudo más trágico del tiempo en que vivimos. No solamente “nuestra potencia técnica disimula nuestra decadencia y perversión”. Lo radicalmente grave, dicen, es que muestra civilización-fraude “ha adquirido un poder suficiente para interrumpir el ciclo de las civilizaciones”.

¿Qué significa? Siguiendo una vez más a Toynbee, gran teórico de la historia comparada de las civilizaciones, tenemos que la decadencia de una civilización ha dado paso siempre a una sucesiva, heredera suya e innovadora, vivificadora de los restos moribundos de la primera. Cuando el Imperio Romano comenzó a ceder frente a la presión simultánea de los bárbaros del Norte y los Partos del Este, y sobre todo a fracasar ante las dificultades de gestión de un imperio demasiado vasto, alimentó sin embargo en su seno las semillas de la civilización cristiana, y dejó que fuera su sucesora. Toynbee enumera otra media docena de civilizaciones que decayendo han cedido el puesto a otra que comienza de una semilla espiritual.

“En el lejano Oriente por ejemplo el imperio T’si y Han corresponde al Imperio Romano mientras que el papel de la Iglesia Católica corresponde al budismo mahayana”

Esto hoy, decía ya Toynbee en 1945, no es posible. La potencia tecnológica anglo-americana suprime la posibilidad de este recambio tan esencial para la humanidad. Una civilizacion radicalmente ilegítima y decrépita continúa la occidentalización del mundo entero, puede aún pretende establecer su control sobre la naturaleza del planeta –el definitivo sueño totalitario- y de “expandir la democracia” matando las civilizaciones orgánicas, y proclamar el “fin de la historia”, mientras difunde su vacío espiritual. Los partos y los bárbaros germanos combatían en paridad de condiciones con las legiones de Roma; fue posible derrotar a Hitler y a su visión del mundo. Hoy la disparidad de condiciones es tal que los potenciales adversarios del americanismo (¿China? ¿Rusia?) sienten que el precio de una guerra para terminar con la pseudo-civilización terminal de lengua inglesa sería demasiado alto.

Entonces, ¿El sistema sobrevivirá añadiendo un espeso estrato a su mentira total, ampliando sus guerras no-verdaderas, pasando en Afganistán, Pakistán e Irán de una no-derrota a otra de la misma manera en la cual Drácula el vampiro se denominaba el no-muerto?

Un analista americano, Charlie Cook, sintetiza la arrogancia de su no-civilización y su oculta fragilidad en una frase: nuestro problema no son los lobos en la puerta de casa, sino las termitas que devoran silenciosamente nuestros cimientos desde el interior.

“Desgraciadamente nuestro sistema está consituido más bien para enfrentarse a los lobos”; nos armamos y super-armamos, gastando fortunas contra un enemigo externo que no osará atacarnos nunca, y fingimos no darnos cuenta de las termitas que nos destruyen la casa desde dentro: los banqueros, Wall Street, el consumo idiota y la acumulación de la deuda con la bancarrota detrás de la esquina; la droga, la destrucción de la familia, la caída de la natalidad, la insubordinación permanente y corpuscular de la sociedad; la burocratización, el vacío espiritual agresivo, la ceguera arrogante, la discordia entre “aliados” occidentales bien visible en las divisiones de la OTAN ante el enemigo guerrillero afgano.

¿Está completa la lista de las termitas? ¿El destino de la civilización-fraude es descomponerse irreversiblemente, sin que otra ocupe su lugar?

Toynbee tenía esperanzas en la penetración del budismo en Europa; después (en un ensayo del 1947) indicó hipotéticamente el Islam como posible sucesor de la “civilización tecnológica de lengua inglesa”, por motivos curiosos: su devoción, su universalismo, su falta de racismo (según él, el motor oculto del imperialismo británico)...

Esto irritará a muchos lectores; también Toynbee se esperaba un clamor de voces de rechazo ante tal hipótesis: ¿Cómo, los musulmanes? ¿Tan atrasados, tan “inciviles”, tan contrarios a la “emancipación de la mujer”, tan privados de armamentos, de satélites y de misiles? Es verdad, escribe, “podemos imaginar que uno como Ataturk (el laicista de un país islámico) y un ultra-fundamentalista como el gran Sanusí estarían de acuerdo con los colonialistas occidentales para exclamar: ¿Cómo se puede esperar del fellah egipcio y del hamal (porteador) de Constantinopla la menor contribución creadora a la futura civilización?”

Atención, dice Toynbee: exactamente de la misma manera, “en el alba de la era cristiana, Herodes Antipas (el impío laicista Ataturk de la época) habría estado de acuerdo con un (detestado) gobernador romano de la época en preguntar irónicamente: ¿Qué puede surgir de Nazaret que sea bueno?. A la luz de la historia podemos considerar su ironía un error ridículo, si consideramos como criterio del bien la manifestación de la potencia creativa”

Sesenta años después de esta profecía, el occidentalismo en todas sus formas terminales, cualquiera que sea su ideología, están extrañamente de acuerdo en la inferioridad de los musulmanes y negarles cualquier contribución a la civilización; todos de acuerdo en el bombardear, quemar, negarles derechos, expulsarles, pretender de sus inmigrados un “juramento de lealtad”, la “aceptación de nuestros valores”. Todos estos son signos inconfundibles de que se les tiene un miedo terrible, insuperable, paranoico, del todo desproporcionado respecto a su debilidad militar.

Y no se recuerda que ya otra vez la “potencia creadora”, único criterio del bien, dio origen a una civilización que no brotó de las cabezas pensantes, sino de la sangre vertida por la gente sencilla.

(1) Arnold Toynbee (1889-1977) es el más célebre estudioso en lengua inglesa de historia comparativa de las civilizaciones, su nacimiento y caída (en la línea de Spengler, pero con más éxito); intelectual de vastísima cultura, políglota, fue reclutado en el Intelligence Service como arabista. Su obra capital es el monumental ‘A Study of History’  en seis volúmenes, que recomendamos encarecidamente.