[Este breve artículo trata de un tema sobre el que Massimo Fini insiste mucho en sus escritos: que la llamada "sociedad del bienestar", rica, opulenta y obsesionada con la felicidad del individuo esconde en realidad un extraordinario malestar]
Massimo Fini
Il Fatto Quotidiano, sabado 17 de Marzo de 2012
[Este artículo trata de] la escalada de los
suicidios desde la Europa preindustrial a hoy:2,5 por cada cien mil habitantes
hacia la mitad del ‘600, 8 en 1850, 20 hoy en día. Algún lector, dudoso puede
objetar: “¿Cómo de puede hablar de estadísticas fiables en el ‘600?” Pues bien,
en el ‘600 nace en Europa la ciencia moderna, con Tycho Brahe, Galileo, Kepler,
Descartes, Huygens. Son principalmente astrónomos y matemáticos, pero también
están los primeros estadísticos.
El más importante fue, quizás, Gregory King que se
ocupó de alimentación, de composición de la familia y de rentas (de lo cual se
concluye que las distancias entre los ingresos de ricos y pobres, desde
entonces a hoy, época de la igualdad, no han disminuido para nada, sino
aumentado bastante). John Graunt estudió en cambio la mortalidad y por tanto
también los suicidios publicando sus resultados en el volumen “Natural and Political Observations upon the
Bills of Mortality”, en el 1662. Graunt seleccionó una muestra de 400.000
habitantes de Londrers en el ventenio 1640-1660. Las fuentes fueron los
archivos parroquiales. El resultado obtenido fue 2,5 por cada cien mil
habitantes. Indudablemente es algo arriesgado tomar los datos de Londres como
representativos para toda Europa. Pero es muy probable que el dato peque por
exceso.
La población preindustrial era en sus cuatro
quintas partes rural. Londres era ya una metrópolis y se sabe desde el
clásico estudio de Durkheim que la urbanización es uno de los más importantes
factores que determinan el nivel de suicidios. Si se consultan los archivos de algún pueblo en el campo, por ejemplo
Ashton-under-Lyne, siempre en el período del ‘600, se ve que “bastantes decenios transcurren con un solo
suicidio o incluso ninguno” (P. Laslett, “El Mundo que Hemos Perdido”). En cualquier caso las estadísticas
desde 1850 a hoy, realizadas con métodos modernos, cubren toda Europa,
confirmando de algún modo el dato precedente. Y nos dicen que en 150 años los
suicidios se han triplicado y van de la mano con el progreso.
En los organizadísimos países escandinavos los
suicidios son mucho más numerosos que en Europa meridional, como en el Norte de
Italia son casi el triple que en el Sur, más pobre (hace algunos años los
mayores picos se verificaban en la Opulenta Emilia, sobre el período actual no
estoy informado). En la China del boom
económico el suicidio se ha convertido en laprimera causa de muerte entre los
jóvenes y la tercara entre los adultos. En resumidas cuentas el Progreso hace
daño. Esta es la dura sentencia que no se quiere escuchar. Y por muchos
datos que se aporten (otros se podrían dar para las enfermedades mentales) los
ciegos epígonos del Iluminismo encuentran siempre la manera de no tomarlos en
cuenta.
Y cuando se encuentran en un aprieto y sin
argumentos entonces, como escribe Ceronetti, saltan y se ponen de pie con los
ojos inyectados en sangre iluminista gritan: “De cualquier manera, no se vuelve atrás”.
Felicidades. Es
precisamente éste nuestro drama.