"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

sábado, 19 de noviembre de 2011

LA CRISIS Y EL DINERO FANTASMA


Massimo Fini

Il Fatto [2010]

¿Qué son los 110.000 millones que se van a conceder a Grecia para salvarla de la bancarrota y los 750.000 puestos a disposición por la Unión Europea para crear un gran fondo “anticrisis”? En el mundo globalizado todos los países europeos están endeudados entre ellos y con los demás países industrializados, que a su vez están endeudados con nosotros europeos. Los miles de millones concedidos a Grecia y los del fondo “para derrotar a la especulación” son un préstamo virtual. Se trata de dinero inexistente, “tóxico” no menos que los valores “tóxicos”, que sólo sirve como una dosis más de drogas para el caballo ya dopado, de modo que pueda seguir corriendo un poco antes de reventar definitivamente. Desde hace 15 años los países industrializados, de frente a crisis que se presentan con un ritmo cada vez más rápido, se comportan de este modo: inyectando en el sistema más dinero inexistente.

En 1996 Méjico estaba al borde de la bancarrota: debía 50.000 millones de dólares a los países industrializados. ¿Qué hicieron éstos? Le prestaron otros 50.000 millones para que pudiera devolver los primeros 50.000. Una operación aparentemente absurda que sin embargo conseguía mantener a Méjico enganchado al mundo industrializado, que de esta manera podía continuar vendiendo sus productos a los mejicanos. Más o menos el mismo, con alguna variación, fue el procedimiento en la crisis de los “tigres asiáticos” en 1997. Lo mismo se ha hecho en el caso del colapso de las hipotecas subprime americanas en el verano del 2007, default que se ha propagado a Europa y del cual la crisis actual es una consecuencia (¿Qué es esto de los increíbles tres trillones de dólares que se ha sacado de la manga repentinamente el gobierno de Washington? O los tenían antes y entonces no se entiende porqué no los han usado, o es dinero puramente virtual).

Se tiende por parte de gobiernos y economistas a echar la culpa de estas crisis a la “especulación” y a los “excesos” del capitalismo financiero. Esto es descargar responsabilidades, de manera nada inocente, para eludir el verdadero centro de la cuestión: es nuestro entero modelo de desarrollo que es “tóxico”. El capitalismo financiero no es más que la directa e inevitable consecuencia, además de ser, de alguna manera, la necesaria premisa, del capitalismo industrial. Ambos siguen las mismas lógicas: el beneficio, su maximización con el mínimo esfuerzo y, sobre todo, la incansable apuesta sobre el futuro. Un futuro hipotecado hasta épocas tan sideralmente lejanas que es inexistente. Como el dinero que lo representa (con una milésima parte del dinero circulante actualmente, en sus varias formas, se compran todos los bienes y servicios del mundo. ¿El resto entonces qué es?). Atacar el capitalismo financiero pasando por alto el industrial es como maravillarse de que habiendo inventado la bala se haya llegado a los misiles.

Nos estamos comportando como un individuo que teniendo una deuda, para cubrirla, contrae una más grande y luego otra aún mayor y continúa así. A nivel individual este juego dura poco. Para un modelo que se propone como planetario las cosas van más para largo. Pero un sistema que se basa en el crecimiento exponencial, que existe sólo en las matemáticas y no en la naturaleza, cuando ya no tenga la posibilidad de expandirse implosionerá fatalmente sobre sí mismo. Y ya estamos cerca de ello. Lo indica también el hecho de que, estando nuestros mercados fuertemente saturados, vamos a la búsqueda desesperada de otros, aunque sean pobres o paupérrimos, y estamos dispuestos a bombardear sin piedad a los pueblos, como el afgano, que no quieren entrar en este mecanismo. La paradoja de este modelo de desarrollo es que habiendo apostado todo sobre el caballo de la economía, margionalizando cualquier otro valor y exigencia humana, está fallando justamente en el plano económico.

Espero que esto abra los ojos a la gente y la induzca, pronto, mañana, en seguida, a ahorcar en el mástil más alto a los idiotas y los impostores que están serrando el árbol sobre el que estamos sentados. Pero no creo mucho en ello. Si estuviera sobre otro árbol me doblaría de risa mirándoles mientras hacen harakiri. Pero estoy en la misma rama y me toca compartir, impotente, como muchos otros de mis semejantes, la suerte que estos canallas imbéciles nos están preparando.

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