"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

domingo, 4 de diciembre de 2011

EL PODER PEDAGÓGICO DE LOS CUENTOS


Maurizio Blondet

El mundo interior es lo que distingue el hombre de cualquier otro animal, basta observar los monos en la jaula del zoo para comprender que escrutan constantemente, tensos hasta el ímite, “el mundo externo”: cada pequeño movimiento, el ruido de una bolsa de cacahuetes, el plátano en la mano de un niño los vuelve hiper-activos, miran alterados para todas partes, lanzan gritos saltando, incontenibles.

Están literalmente “fuera de sí”, absorbidos por el exterior que estimula sus sentidos excitados.

Pero el mundo interior no es menos doloroso. Al contrario, de allí vienen todos nuestros terrores arcaicos. Allí hacen su aparición esas criaturas que plantean las preguntas de frente a las cuales querríamos huir.

¿Por qué también yo moriré?

¿Qué sentido tiene todo esto?

¿Por qué el dolor me ha alcanzado?

¿No hay escpaatoria a todo esto?

El mundo interior es el descubrimiento de la propia soledad radical. Pero explorarlo es tarea propia del hombre, y los cuentos son la única guía básica en este bosque primordial. Enseñan a vencer contra los orcos y las brujas que nos esperan en las vueltas inevitables que da la vida humana. Y dan esperanza: tú también, sastrecillo que presumes de haber matado siete moscas, puedes vencer al dragón y conquistar la princesa durmiente que, en días muy lejanos, era llamada Psique.

Puedes estar junto al Gato con Botas: esta inquietante criatura que, en otra y más arcaica metamorfosis, acompañó Tobías hijo de Tobit a pedir lo suyo, y se llamaba Rafael.

Este Rafael tenía en efecto las botas de siete leguas, porque junto a él Tobías recorrió a pie en dos días el camino a Ecbatana, al menos 300 kilómetros; y cuando el demonio que mataba los maridos salió de Sara, mientras Tobías gozaba de la primera noche con la esposa aquél ser persiguió al demonio hasta Egipto y lo encadenó.

Una criatura mágica, que indicó a Tobías cómo capturar el pez con cuya hiel, corazón e hígado se puede curar a un ciego y expulsar un demonio asesino.

Es una vieja historia, narrada muchas veces, de muchas maneras distintas, y sin embargo siempre igual.

Es inútil decir que es inverosímil.

Ese pez que cura inverosímil se convirtióp en “verdadero” muchos siglos después, cuando sus secuaces se reconocieron entre ellos con el signo del Pez, Ichtyos. Le vieron devolver la vista a los ciegos y expulsar los demonios, y vieron su corazón partido.

Mas para el niño son cuentos, es inútil preguntarse en seguida si son verdaderas, si el deseo será concedido.

Por ahora, basta saber que el Mago, que se llamaba Merlín y en tiempos mucho más primordiales se llamó Wotan, o más bien Ouranos(1), se hace escurridizo e invisible, parece que no está ahí, y al final el héroe del cuento descubre que ha estado siempre a su lado, le ha indicado el camino, lo ha auxiliado y sostenido en cada momento.

Esto narran los cuentos.

Cada cual decida por sí mismo, con los años, si son falsos o verdaderos: te dejan libre, mientras te introducen en el mundo interior –en el cual vivirás como hombre- y en sus territorios.

Pero la pedagogía iluminista no quiere. Quiere que el niño esté absolutamente dentro de la “realidad” y que no se escape, que no sueñe; que se convierta en un ciudadano y a lo mejor en un operador de Bolsa, un hombre con los pies en la tierra, que no espera nunca la ayuda del Mago(2).

Así quieren a nuestros niños, los pedagogistas. Aun a costa de hacer de ellos hiperactivos que se bloquean en el pensamiento, unos enfermos. Yo sospecho que los padres de la pedagogía iluminista lo sabían perfectamente, pero han vetado de todos modos los cuentos por el motivo que podemos intuir: para impedir que los niños lleguen ni siquiera a hipotizar Rafael con botas de siete leguas, que no oigan nunca hablar del Mago siempre invisible pero que, quizás, te está indicando el camino.

En el fondo, nadie es tan realista y secularizado como los monos en el zoo:

¡Qué mago ni que puñetas, traed los cacahuetes! ¡Agarra el plátano! ¡Todos ls plátanos! ¿A cuánto estánlos plátanos hoy? ¡Tres mil cacahuetes para mí! ¡No, a mí, ocho mil! ¡Enseguida!

Con gestos descompuestos, con gritos, saltando, meándose por la excitación…exactamente como los brokers en Wall Street, como los magnates del vapor, como los listillos del barrio, como los políticos del zoo parlamentario.

Gente con los pies en la tierra. Que no cree en fantasías.

NOTAS

(1) Increíblemente la pedagogía iluminista (por lo menos en Francia) aconseja a los jóvenes profesores, durante su formación, evitar cualquier relación afectiva con sus slumnos. Mientras que la misma neurología dice que un niño que no está involucrado emocionalmente no es capaz de aprender nada.

(2) Ouranos en griego es el cielo estrellado: palabra antiquísima que en sánscrito suena Varuna (Uaruna), el Omnisciente, el primer y más alto dios.

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