"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

domingo, 25 de marzo de 2012

RELATIVISMO


[Vamos a hacer un intermedio en la serie de textos de Romualdi para poner dos o tres artículos de Massimo Fini, autor que ya conocemos. Después la segunda serie de Romualdi que completará las entradas dedicadas al problema de la tradición europea.]

MASSIMO FINI

El rebelde de la A a la Z: entrada “relativismo cultural”

[…] Si no existe una moral universal, y menos aún la certeza de un Dios, ¿Eso significa que el relativista es necesariamente un amoral o, peor aún, un inmoral como parece pensar el Papa Ratzinger, confundiendo además el relativismo cultural con el relativismo moral? Para nada. El que respete los valores de culturas distintas de la suya, aun cuando le parezcan aberrantes, y mientras permanezcan al interno de esas culturas y no pretendan prevaricar a las otras, no quiere decir que no tenga los suyos propios. Pueden ser los dominantes en la sociedad a la que pertenece o bien, si éstos no le convencen, no son los suyos, los siente heterodirigidos o hipócritas o fraudulentos, se abre ante él el camino trazado por Nietzsche en Más allá del bien y del mal: creará él mismo su propio código de valores.

Pero esta posición, lejos de ser un cínico escurrir el bulto o una licencia para hacer lo que nos venga en gana es, por el contrario, una tremenda y prometeica asunción de responsabilidad. Porque únicamente él –y no la familia, la sociedad, los vecinos, las malas compañías o lo que sea- es individualmente y totalmente responsable de sus propios actos y se asume todas las consecuencias ante la comunidad en que vive, sin titubeos, sin lloriqueos, sin autoconmiseraciones no autojustificaciones. Sin excusas. Sin dispensas o indulgencias, porque lo que ha asumido es un compromiso consigo mismo y hacia sí mismo. Este tipo de hombre es el Rebelde.

Bajo este punto de vista un criminal puede ser unhombre moral, si permanece fiel a las reglas que se ha dado. Inmorales son en cambio esos bonshommes, esa gente respetable, esos puros lirios del campo que públicamente honoran los valores comunes en su sociedad (quizás considerándolos ‘universales’) y en nombre de los cuales a menudo obligan a los demás, escandalizándose e indignándose si no los siguen, para después traicionarlos cada día a escondidas […] De estos hombres desleales, de estas féminas de la moral, está llena nuestra sociedad compleja en la cual el comportamiento de los individuos es difícilmente verificable y trazable, mientras en cambio es fácil de mixtificar y amañar. Por esto se han perdido algunos valores, relativos también pero indispensables para poder vivir juntos, que eran fundamentales no solamente en los pueblos primitivos (para los cuales la peor mancha es ‘perder la cara’), sino en cualquier comunidad limitada, de pequeñas dimensiones, sencilla, como la aldea preindustrial y premoderna, donde cada uno conocía a todos y era conocido por todos y hacer trampa en el juego de la vida era imposible o muy difícil. Estos valores se pueden resumir en uno solo. Se llama dignidad. […]

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