"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

viernes, 9 de marzo de 2012

TRADICIÓN EUROPEA (4)


El mundo griego

¿Por qué el mundo clásico ha ejercido siempre una atracción tan grande sobre el hombre europeo?  Atribuirla enteramente a la fascinación que emana del arte antiguo sería superficial, porque el arte griego tiene su prestigio justamente en que hace visible la nostalgia metafísica hacia un mundo corpóreo-espiritual.

[…]

Pero también cuando se pone el énfasis en la “racionalidad” del mundo antiguo –quizás comparándola con la “irracionalidad” del Medievo- se interpreta esta racionalidad banalmente, y no en su dimensión más profunda, en la cual la claridad se hace símbolo de una altísima dominación de sí mismo en el credo apolíneo y olímpico.

En el mundo griego la prehistoria indoeuropea se hace palabra. El primer “verbo” articulado en la civilización griega es la religión olímpica. En ella, todas las oscuras luchas prehistóricas del principio diurno contra el nocturno, del paterno contra el materno se nos aparecen a la clara luz del día. Apolo ya ha matado a Pitón, Teseo al Minotauro y en la colina sacra de Ares Orestes ha sido absuelto de su culpa por haber matado a “la madre”.

[…]

Un nuevo día despunta sobre las cimas boscosas del antiguo paisaje europeo difundiendo la claridad del alba […] El amanecer olímpico es el amanecer del orden. Zeus encarna con la más potente y legítima naturalidad la idea del orden como autoridad. Es una idea que a través del Deus-Pater (Iuppiter) romano expande su luz más allá de los confines del mundo clásico. Basta comparar la figura del Dios Padre en la versión humilde y patriarcal del campesino cristiano con la muy diferente noción abstracta y tiránica de Jahvé.

Apolo encarna otro aspecto del orden como luz intelectual y formación artística, como transparencia solar che es salud y purificación. […] La Artemisa dórica, representada com una muchacha acerbamente deportiva y nórdica, no es la misma Artemisa de Éfeso con sus múltiples mamas. Bajo un nombre preexistente toma forma una figura religiosa profundamente nórdica e indoeuropea en su severidad atlética y septentrional. Se aplica la misma etiqueta pero son dos experiencias religiosas bien distintas.





 […]

Como el mundo olímpico ha permanecido siempre vivo para el europeo culto, de la misma manera la civilización griega ha sido siempre ejemplar para la civilización europea. Pero hay que entender correctamente el sentido de esta ejemplaridad.

Porque si uno se refiere simplemente a la actitud científica, en un banal sentido laico, hay que recordar que la actitud eminentemente racional del espíritu helénico no estuvi nunca separada de la fe en el mito como arquetipo de una razón más elevada. La racionalidad de la naturaleza es estudiada y admirada justamente porque alude a un equilibrio más alto. […]

Sobre todo Platón es quien nos comunica el sentido más verdadero de la “cientificidad” del pensamiento griego, cuando compara la racionalidad de aquí abajo (la “cosa”) con la racionalidad de allá arriba (la “idea”) y valora la realidad empírica con el patrón de una realidad eterna. Platón es quien en el mito de la caverna ilustra la lógica última del conocer: más allá de las sombras proyectadas por el fuego, está la superior realidad de la luz solar. El Ser es el fondo de la especulación helénica y ello le impide decaer en intelectualismo.

La misma característica miopía que ha confundido el racionalismo de los griegos con el de los modernos ha creado el equívoco de una clasicidad griega “adoradora del cuerpo”. También en este caso, el atletismo y la gimnasia helénicas han sido comprendidos sólo en su significado más exterior. En realidad, los griegos han exaltado la educación del cuerpo como una parte de la educación del espítiru. Es el sentido helénico de la forma que exige también del cuerpo una disciplina formadora.




El kósmos es lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, el orden del universo es el del cuerpo humano. Y el sentido último del mundo de los cuerpos y de la sociedad es el orden, como el del conocimiento es el ser.

Pero por supuesto el espejismo principal es precisamente la presunta “democraticidad” del espíritu griego.

Si exceptuamos un breve período de la historia ateniense, la libertad de las ciudades griegas ha sido siempre la libertad para los mejores. Lo que separaba partidos aristocráticos y democráticos era sólo la discrepancia en el número de los “mejores”: si habían de ser más o menos. Pero la masa y los esclavos permanecieron siempre fuera de la organización política. Por ello en toda la civilización griega reverbera espléndidamente aquel ideal de la selección –ekloghé- que tanta fascinación ha ejercido sobre las élites de Occidente.

Con estas palabras Julius Evola ha caracterizado los valores expresados por la Hélade en su gran época :

“El culto apolíneo, la concepción del universo como kòsmos, o sea como una unidad, como un todo armoniosamente ordenado…el valor dado a todo aquello que es límite, número, proporción y forma, la ética de la unificación armoniosa de los varios poderes del alma, el estilo de una calma, contenida dignidad, el principio de la euritmia, la alta valoración de la cultura del cuerpo…el método experimental en las aplicaciones científicas como un amor por la claridad en oposición a las nieblas pseudometafísicas y místicas, el valor dado a la belleza plástica, la concepción aristocrática y dórica de la regencia política y la idea jerárquica afirmada en la concepción del verdadero saber…” (Julius Evola, “Los versos de oro pitagóricos”).

Son valores suficientes para otorgar a la experiencia griega una posición de primer plano en el cuadro de una tradición europea.




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