[Volvemos a Massimo Fini, autor que ya conocemos, con algunos de los breves artículos que publica regularmente en periódicos italianos y en internet.]
Il Fatto Quotidiano, 14 de Enero de 2012
La cultura superior. Se mea sobre los
cadáveres de los enemigos muertos, se mea sobre los prisioneros, después de
haberlos desnudado, escarnecido, fotografiado, llevado por ahí en una carreta
para ridiculizarlos, se mea sobre sus símbolos religiosos. Mean los soldados de
la cultura superior, casi como una purga simbólica de la podredumbre a la que
pertenecen, pero no saben ya combatir. Por
eso el más potente, moderno, sofisticado, tecnológico, robótico ejército que
haya entrado nunca en escena, después de diez años de ocupación está perdiendo
la partida en Afganistán y se ve obligado a mendigar del enemigo una ‘exit
strategy’ cualquiera para enmascarar la vergonzosa derrota. Que además, y
antes, de militar es moral.
Los Talibanes son feroces y crueles en la
batalla, ciertamente, pero no se mean en los enemigos muertos, no se mean
encima de los prisioneros y los tratan, mientras conservan este status, con respeto y, si son
extranjeros, como huéspedes. Pueden matar, y matan, pero no torturan. Han
conservado el sentido de sí mismos y de la dignidad, propia y de los otros; valores
pre-políticos, pre-religiosos, de los cuales la cultura superior se ha vaciado
completamente. Han intentado corromperlos
de todas las maneras, a los Talibanes, pero no lo han logrado. Sobre la
cabeza del Mullah Omar, su jefe indiscutible, hay una recompensa de 25 millones
de dólares, pero en diez años no se ha encontrado un solo afgano dispuesto a
traicionarlo por una cifra que es enorme en sí misma y casi inconcebible en
esos lugares. En la cultura superior hombres ricos y potentes se venden por una
estancia en un hotel, por un alquiler, un viaje en avión, por una nota de
gastos mientras las mujeres, mujeres libres no oprimidas por la necesidad, se
dejan comprar por 1.000 euros o poco más.
La CIA ha llegado al ridículo de ofrecer a
los ancianos jefes tribales afganos, que tienen muchas mujeres, el Viagra. A estos niveles se ha rebajado
la cultura superior. Los occidentales están siempre listos para acusar a sus
enemigos de cometer violaciones (en el caso de los Talibanes algo ridículo,
excluido precisamente por su fobia hacia el sexo)
Pero no dejan de proyectar, como se dice en psicoanálisis, su propia sombra. Si los Talibanes son sexófobos, los occidentales son sexomaníacos, pero no por un exceso de virilidad, sino por todo lo contrario, por impotencia, por extenuación; y se ven obligados a volar a Phuket para sacar, violando niñas, de su miembro flojo, además de meados, una gota de esperma.
Los occidentales, ahogados en la manteca del bienestar, ya no están acostumbrados al combate en sentido propio. El sudor y la ferocidad del cuerpo a cuerpo les produce horror, la vista de la sangre, si no es en la televisión, les hace desmayarse. En cuanto pueden sus soldados evitan el combate. Usan casi exclusivamente cazas y bombarderos contra un enemigo que no tiene ni aviones ni defensa antiaérea y por tanto está inerme. Y si en algún caso se ven envueltos en un encuentro a corta distancia, y sufren las fuertes pérdidas que, todos los días, infligen a los demás con la conciencia tranquila, lo sienten como una afrenta, como una deslealtad, una cobardía, algo de lo cual indignarse, un acto ilegítimo e inmoral. Para la cultura superior en cambio es moral que aviones-robot ataquen y maten teleguiados desde diez mil kilómetros de distancia, por pilotos que no corren ningún riesgo, ni siquiera el de ensuciarse los zapatos. En el otro lado hay, por el contrario, hombres, armados casi sólo de su propio coraje, de la feroz determinación a defender sus propios valores, justos o equivocados que sean, y que por esto se implican totalmente.
El presidente de los Estados Unidos,
Barack Obama, ha dicho: “”Si pudiese
haría combatir sólo robots para ahorrar las vidas de nuestros soldados”. Pero
el combatiente que no combate pierde cualquier legitimidad, cualquier dignidad
y honor.
Esta es la cultura superior. Y yo me meo
sobre ella.
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