[El capítulo del libro de Claudio Risé de donde está extraído este breve texto trata de la conexión profunda entre la eliminación del padre y la manera insipiente, enfermiza con que nuestra sociedad afronta el tema de la muerte. Con esto concluyo los textos de Claudio Risé.]
Entre
todas las pérdidas, la más inaceptable por parte de la sociedad que ha
“retirado” el padre, y su sentido, es naturalmente la muerte. Que es por otra
parte la más significativa, la imagen misma de la pérdida, la que da
significado a todas las demás. […] “Rebelarse a la muerte”, dice el psicólogo
C.G. Jung, “equivale a no querer vivir, puesto que no querer vivir y no querer
morir son la misma cosa”.
Todo
ello, sin embargo, ya no significa nada en Occidente, la primera cultura que se
ha empeñado con todas sus fuerzas en quitarle todo el significado a la
experiencia de la muerte, rechazada en cuanto pérdida de las cosas y paso a una
dimensión donde éstas ya no están presentes. La muerte, en Occidente, ya no es
ni transformación ni tránsito, sino sólo pérdida, experiencia sin sentido en
una sociedad adquisitiva, que quiere sólo obtener, añadir más cosas, lucrar.
El
rostro de la muerte ya no es sagrado: se ha convertido en un horrible fantasma,
que persigue a un hombre cuya entera existencia tiene lugar dentro del “mundo
de las cosas” […] el hombre de la modernidad tardía, aquel individuo cuyo
desarrollo patológico hemos descrito en el capítulo precedente […]
Este
hombre quiere vencer a la muerte. Una victoria, naturalmente, no espiritual
sino secular, “cosal”, “técnico-científica”, en línea con la ideología
dominante.
El
director del Instituto Pasteur y co-descubridor del virus del SIDA, Luc
Montagnier, ha declarado por ejemplo: “…la
inmortalidad es una hipótesis que hay que tomar en consideración…la muerte del
individuo no es, como a menudo se piensa, algo inscrito en la misma vida…el
individuo muere porque existe la reproduccion sexual. Para adaptarse y
garantizar los cambios en el individuo la reproducción sexuada es en efecto el
mejor sistema: algunos individuos mueren y otros ‘nuevos’ toman su lugar,
porque constituyen una variación genética que facilita la adaptación. Pero si el ambiente no cambia ya no
existe ninguna razón para que las cosas sucedan de esta manera. Es por tanto
legítimo imaginar individuos inmortales que naturalmente ya no se reproducirán con
la reproducción sexuada…”
En
un escenario como el descrito por Montagnier la visión cientificista y secularizada
muestra plenamente su rostro de plúmbeo conservadurismo. La palabra clave es Pero
si el ambiente no cambia. Es
el sueño de Herodes, la eliminación del niño concebido, con todas las infinitas
variables de renovación que trae al mundo. […]
El
hecho de borrar la muerte de la conciencia la desacraliza, pero la vuelve
(desde el subconsciente) fascinante. La modernidad tardía es, en realidad, una
época de necrófilos, hipnotizados y a la vez aterrorizados por la muerte, a la
que intentan exorcizar, entre otras cosas comprando quintales de “revistas de
la salud”.[…]
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