"Hubo un tiempo en que el pensamiento era divino, luego se hizo hombre, y ahora se ha hecho plebe. Un siglo más de lectores y el Espíritu se pudrirá, apestará"

Friedrich Nietzsche

domingo, 3 de junio de 2012

FAMILIA Y MORAL SEXUAL


[Hoy publico otro extracto de Gozzoli que continúa la línea del primero y hoy en día, treinta años después de la primera publicación del libro, a muchos parecerá desfasado. Sin embargo ello significa solamente que la situación descrita se ha intensificado y las consecuencias disolutivas que en la época se comenzaban a observar están alcanzando su plenitud hoy en día. Como observo en el comentario más abajo tengo mis reservas sobre la capacidad 'natural' de la sociedad de corregirse a sí misma, en la que el autor confía.] 

FAMILIA  Y REVOLUCIÓN SEXUAL

Hemos hablado hasta ahora de los medios indispensables para garantizar a una sociedad su necesaria cohesión interna –por así decir los ‘medios de comunicación naturales’ el interno del sistema orgánico constituido por el grupo humano- y los hemos identificado esencialmente en un patrimonio genético común, en unos valores y una moral comunes, en una lengua común.

Hemos también notado la estrecha relación entre ‘nivel y tipo de moralidad’ y fuerza expansiva de un grupo. Así como entre ‘nivel y tipo de moralidad’ y capacidad de progreso civil.

Hemos visto que libertad sexual prematrimonial, control de la natalidad, aborto, divorcio, tolerancia de frente al adulterio femenino, no son conquistas del siglo XX: desde hace decenas de milenios, cientos o millares de sociedades o grupos humanos ya practican esta moral ‘permisiva’ y hemos visto también cómo, con toda evidencia racional y lógica objetiva, a esta falta de ‘moralidad’ se debe atribuir la incapacidad de progreso civil de estas sociedades, llamadas primitivas.

Aún más, hemos explicado esta ‘incapacidad moral’ con una pobreza de tipos genéticos portadores –en sus estructuras mentales- de ‘sentido moral’.

Ahora digamos unas palabras sobre nuestras sociedades actuales.

Sobre la base de nuestros conocimientos históricos y científicos, podemos bien afirmar que nuestras sociedades son expresiones de poblaciones genéticas en las cuales estos tipos –portadores de sentido moral- son estadísticamente bastante frecuentes, si no prevalentes. Por tanto se plantea el problema, aunque pueda parecer una divagación, de la génesis de la llamada ‘revolución sexual’ en nuestras sociedades. ¿Cómo ha sucedido?

No se ha tratado de una ‘improvisación’ de la Historia. El fenómeno tiene causas –más o menos remotas- y ha tenido factores desencadenantes. Busquémoslos y examinémoslos.

En primer lugar, la desviación hacia el individuo –en perjuicio del ‘grupo’- del eje de los valores en la cultura corriente.

La pérdida de ‘agarre’ y de control por parte de la religión en la sociedad actual […]

La influencia ejercitada por múltiples corrientes psicológicas, sociológicas y pedagógicas, cuya falta de cientificidad no ha reducido su poder de persuasión, hasta conducir a la actual ‘educación permisiva’.

El crecimiento del bienestar, con mucha mayor disponibilidad de dinero para jóvenes –incluso adolescentes- y mujeres.

El fenómeno del trabajo femenino en la fábrica y la oficina, con el alejamiento de la mujer de la casa.  La ruptura de la cohesión cultural por el exceso de opinabilidad de todos los valores. También quizás la psicosis de la ‘explosión demográfica ocmo amenaza para el futuro. Todas estas son causas. Pero ha habido un preciso factor desencadenante: los anticonceptivos.

La desaparición del temor de un embarazo –que para una mujer soltera significaba tragedia, para una esposa dolor y fatiga, para una adúltera remordimiento y a menudo un castigo legal- ha ‘desatado’ el nudo maestro de la entera red de reglas y tabúes.

La paridad social de los sexos –no la igualdad, que no existe porque son ellos mismos, los sexos, que no la consienten- libera y desencadena a la mujer. No sólo, sino que le ofrece ventajas sobre el varón: mientras éste no tiene alternativas al trabajo, la mujer puede –al menos en principio- retornar a casa y dejar la ‘carrera’; y además ahora es ella la depositaria del poder de decisión sobre la maternidad deliberadamente buscada: el hombre es una posible víctima.

Todo por tanto ha cambiado, es más se ha vuelto del revés, radicalmente. Pero a pesar de ello hay algo que no cambia: los hijos son necesarios o la sociedad perece. Y ellos necesitan la protección que tenían antes, la misma de siempre: material y biológica, afectiva y social. Son ellos el centro de la familia. Son demasiado importantes para la misma supervivencia del grupo, para que este problema no encuentre rápidamente una solución. Desde los primeros orígenes las sociedades humanas civiles se han necho cargo. Por esto mismo el matrimonio no había sido nunca un ‘contrato entre dos’ sino que intervenía la sociedad –en sus componentes religiosa y civil- para tutelar de manera inconsciente pero concreta el ‘tercer componente’: los futuros hijos.

Pero hoy en día esta tutela, por el lado civil, ha desaparecido, y por el lado religioso se ha debilitado sustancialmente. Sin embargo el problema permanece. Los hijos están ahí y lo estarán siempre.

La cuestión que se plantea entonces es la siguiente: ¿Es, una mujer sexualmente ‘libre’, una madre adecuada? ¿Es, un hombre desvirilizado y ‘en desventaja’, un padre adecuado?

La respuesta es no. Y sin embargo el problema será resuelto.

Y será resuelto de manera totalmente natural: el fuerte porcentaje de portadores genéticos del carácter ‘moral’ –entendido en el sentido ‘familista’ y ‘machista’ que la selección de los primeros treinta o cuarenta milenios ha producido en nuestra sociedad- no podrá ser comprimida demasiado tiempo. Este componente surgirá y se expresará abiertamente en formas culturales -y también políticas- de contraposición a las costumbres corrientes, y para ello bastará la primera crisis económica seria. Sobre todo si mientras tanto seguirá creciendo ese vasto fenómeno inmigratorio que ya amenaza el corazón de la identidad biológica y cultural de nuestros pueblos.

Por otra parte la suma de las presiones culturales que fomentan la limitación de los nacimientos tiene prevalentemente efecto sobre los individuos –hombres y mujeres- en los cuales el instinto a la procreación es menos imperioso: por tanto se irám reduciendo porque generando menos transmitirán menos sus genes; mientras por el contrario crecerá la proporción de genes de aquellos sujetos  que –a pesar de los fuertes condicionamientos en sentido opuesto- desean, es más orgullosamente quieren, procrear hijos y vivir para ellos.
Y será por tanto prevalentemente de esos genes, después de la venida del ‘medioevo próximo venturo’, que nuestros pueblos retomarán el camino hacia una nueva elevación y progreso civil.

2 comentarios:

  1. No acostumbro a comentar los textos del Velo pero voy a hacer un pequeño apunte que seguramente desarrolaré en alguna próxima entrada del Oso.

    Este texto de Gozzoli liga la moral decadente que domina en nuestra sociedad con la decadencia demográfica y civil. A mi entender de manera bastante certera por mucho que este tipo de discurso parezca hoy en día 'superado' y objeto de abierta burla.

    Sin embargo las conclusiones que el autor extrae quizás son en exceso optimistas y pecan de una especie de ‘determinismo’ biológico que el autor da por descontado.

    Si bien es verdad que los portadores de una moral ‘tradicional’ y en general quienes forman la parte de la sociedad más sana, son en general los que tienen más hijos, precisamente el sistema actual hace de todo para interrumpir la transmisión de valores de padres a hijos, controlando la educación, limitando la autoridad de los padres, reduciendo el tiempo que éstos pasan con los hijos y en general sustituyendo la familia con el Estado.

    Justamente para evitar con estas políticas -totalmente deliberadas- que el mecanismo de corrección del que Gozzoli habla –que no es solamente genético sino ante todo de transmisión cultural- tenga lugar y opere.

    ¿Tendrá éxito este empeño de expropiar los derechos de las familias naturales? En mi opinión nada justifica instalarse en un cómodo determinismo pensando que las cosas se arreglarán solas y en cambio hace falta –reconociendo lo esencial del discurso del autor- el máximo compromiso, para que las formas de rebelión contra la cultura hoy dominante de que el autor habla, surgidas de la parte más sana de nuestra sociedad, sean una realidad, una realidad revolucionaria y vencedora contra la degradación que nos ha sido impuesta.

    También por otro motivo la pasividad o la resignación es nefasta: la potencia demográfica de los pueblos inmigrantes, especialmente de las capas más bajas –las altas están occidentalizadas en gran medida- que pueden ser feos, sucios y malos cuanto queramos, pero desde el punto de vista de la solidez de la familia y de los valores puramente biológicos, valores quizá primitivos pero vitales, son en general bastante más sanos que nosotros. Puede que en efecto el ‘determinismo biológico’ de Gozzoli al final acabe prevaleciendo, pero en la forma de una desaparición o reducción a una minoría de las poblaciones autóctonas europeas. Este será un nuevo mundo quizás pero no es nuestro mundo y para nosotros equivale a la aniquilación.

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  2. Completamente de acuerdo en tu apunte,

    Lo que Gozzoli expone es algo simplón y positivista en su conclusión final.

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