[Más textos de Sergio Gozzoli extraídos de su libro Las raíces y la semilla. Ya conocemos a este autor y su particular punto de vista sociobiológico. Los textos mostrados tienen ya treinta años pero siguen siendo de gran actualidad, exceptuando referencias contingentes que en general he quitado en los fragmentos traducidos; diría casi que son más actuales hoy que en el momento en que fueron publicados originalmente porque el pensamiento único y el dominio de las nefastas utopías progresistas es hoy mucho más fuerte.]
Otra trágica, peligrosa utopía merece una reflexión: la universalista. Aun cuando constituya el obstinado, profundo núcleo ideológico de la estrategia mundialista, no puede ser presentada abiertamente, ni expresamente enunciada, desde hace algunos años, por su debilidad persuasiva: ¿Quién se va a creer hoy, incluso entre las más ingenuas víctimas de la mediocracia, el sueño de una sociedad única mundial de hermanos y conciudadanos, de frente a la ferocidad incontenible de los mil conflictos étnicos que asolan el planeta?
Por
tanto esta tesis se pasa de contrabando
escondida detrás de fórmulas mimetizantes más asépticas, y de alguna manera aún
atrayentes: la integración económica, la interdependencia tecnológica, el
mercado único, la “aldea global”, el nuevo orden mundial bajo la égida de la
ONU. Mas el núcleo conceptual de tales “visiones”, de tales diseños es siempre
esencialmente el mismo: el Sueño universalista de matriz masónico-cabalística
de un mundo en el cual los varios pueblos comiencen a integrarse –para terminar
disolviéndose- en un sistema unitario.
[…]
Una
condición indispensable para la formación de una asociación humana que
constituya un sistema unitario logradoes la clara percepción de un destino común, advertida a través de los
caminos profundos y seguros de la emotividad.
No puede ser una Idea –o peor aún un sistema de ideas u opiniones- lo que
genere un patrimonio común de exigencias,
inclinaciones y destinos en masas tan amplias de hombres. Solamente
instintos, pulsiones profundas –el miedo por ejemplo, o el orgullo- pueden
poner en movimiento un sistema integrado a nivel superior. La integración
presupone la existencia de un código de mensajes común y elemental, en el
sentido de inteligibilidad y esencialidad. Y tales características pertenecen
al lenguaje del sentir y del reaccionar, no al de la especulación y la
elucubración.
Si
por ejemplo se descubriese de repente que otro planeta está habitado por
sistemas organizados que se preparan para atacar la Tierra, la unidad de la
entera especie en el globo terrestre sería cosa de pocas horas. […] pero en ausencia de este peligro común del todo
improbable, los distintos sistemas, constituidos por los actuales grupos
humanos, permanecerán extraños y sustancialmente impenetrables: ni siquiera la
creciente amenaza común de catástrofe ecológica ha conseguido arañar el muro de
los egoísmos particulares.
Y si
hemos definido peligrosa la utopía
universalista, es porque cualquier intento serio de proceder contra la realidad
de las diferencias naturales, no sólo estaría destinado al fracaso más
completo, sino que exigiría a masas enteras de hombres un tremendo precio en
luchas, sufrimientos, sangre.
Algo
que la cultura utopista se ha demostrado demasiadas veces incapaz de comprender
o valorar suficientemente.
Ahora
bien, esta cultura no se limita a ejercer influencia en la vida de una o pocas
sociedades, o condicionar las opiniones de algunos millones de individuos: lo
trágico es que, aun estando fundada sobre premisas irreales e innaturales, está dirigiendo la historia de toda la
humanidad.
[…]
Esto
es evidente sea al interno de cada una de las sociedades, sea en ámbito
internacional; Por ejemplo, ¿Cuánto de la endémica rebelión juvenil en nuestras
sociedades nace del hecho de que a los individuos mientras se les inculca la
convicción de que son todos iguales, sin
tener en cuenta el trágico, inevitable impacto con ua realidad que antes o
después se encargará de demostrarles, en
su propia piel, la existencia de diferencias
naturales y jerarquías en la sociedad y en la vida? ¿Y cuántas de las
sangrientas crisis y conflictos entre etnia, nacionalidades, confesiones […]
nacen de la total incapacidad, por
parte de hombres imbuidos de sueños universalistas nacidos de la utopía
igualitaria, de entender el fundamental
derecho de los pueblos a la diferencia, es decir a la propia identidad étnica, histórica y cultural?
La
Utopía mata: como la criminalidad, porque la favorece; como la guerra, porue a menudo la provoca; como el terrorismo, porque lo genera; como la violencia que hay en la naturaleza humana, porque
la ignora pretendiendo que no existe,
de modo que cuando se manifiesta la pilla de sorpresa, y porque ignorándola la comprime, con lo cual sus explosiones
son cada vez más trágicas y feroces.
Y
esta cultura utópica –es decir irrealista e innatural- puede envenenar hoy el
mundo y la historia porque es la cultura de la sociedades dominantes, las que
poseen la riqueza y el bienestar, la potencia y la tecnología.
No
es sólo la cultura de pocos vértices, sino
de enteras masas […] dondequiera haya
llegado esta mentalidad, nacida en Europa en el siglo XVIII y que, tras haber
sido derrotada y rechazada por el espíritu europeo, se enraizó en América
durante los últimos dos siglos, desde donde se ha irradiado en el mundo
tendiendo a transformarlo todo en
provincia cultural americana.
Sergio Gozzoli
Sergio Gozzoli
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