[Unos breves
pasajes del capítulo 3 del libro de Risé, “Occidente se aleja del Padre” en el
cual analiza el declive de la figura del padre en Occidente y su relación con las
ideologías hoy dominantes.]
El
final del papel masculino en cuanto a organizar y dirigir las energías del
hijo, e iniciarlo en la sociedad, consumado por lo menos desde hace medio
siglo, marca una ruptura antropológica entre el hombre y la cultura masculina
precedente.
Desde
entonces, y por prinera vez en la historia masculina, el varón ya no se inicia
e introduce en la sociedad adulta por medio del padre, u ottras figuras
masculinas que lo acompañan o sustituyen, sino por medio de la madre, y de una
serie de figuras femeninas de ayuda y orientación. Ya no hay trazas de la herida paterna, que se infligía, entre
otras cosas, separando al hijo de la madre. Cualquier rito que pudiera evocarla
ha sido, en la sociedad occidental, cuidadosamente abolido. Desaparecido el
padre iniciador, las mujeres prevalecen hoy en todo el sistema escolástico
occidental, en las profesiones asistenciales, en la educación, en la ayuda
psicológica, etcétera. […]
Desde
el punto de vista social, uno de los efectos mas dañinos del abandono de las
prácticas inicáticas en el campo masculino, es la progresiva pérdida en los
hombres jóvenes de la capacidad de controlar y utilizar positivamente la propia
agresividad. Precisamente el aprendizaje de este control, en efecto, era uno de
los aspectos centrales de tales prácticas. […]
En
el campo femenino, por otra parte, la hija que experimenta un déficit paterno se
ve afectada, en el momento de instaurar su relación con la sociedad, por una
profunda inseguridad. Toda la psicología clínica demuestra de qué manera este
aspecto, atribuido a menudo a una baja autoestima, puede manifestarse en
comportamientos de renuncia o autolesionistas; o como sucede a menudo hoy, con
una competitividad exasperada, a través de la cual la mujer busca enmascarar la
propia inseguridad, sustituyendo a la aprobación personal del padre esa otra,
impersonal, de la sociedad, de la empresa, del grupo político, etcétera.
Incluso cuando llega el éxito y el reconocimiento público, no consigue sin
embargo sustituir la tranquila seguridad proporcionada por una relación
positiva con el padre. La mujer paga así esta fragilidad psicológica,
enmascarada (y por tanto aumentando el riesgo) por la fuerte ambicion, con
patologías que pueden ser graves, la más frecuente de las cuales es la
anorexia. […]
Con
la centralidad del valor materno de la “satisfacción de las necesidades” (en
gran parte inducidas artificialmente por el sistema mediático), conveniente
para el consumo y por tanto para el crecimiento de la sociedad industrial, la
entera sociedad (no sólo las grandes empresas) se ha convertido en una Gran
Madre. […] La orientación hacia la “satisfaccion de las necesidades” es
regresiva, porque nos lleva a exigencias psicofisiológicas propias de la
primera infancia: la sociedad occidental es, como veremos, una sociedad
profundamente infantilizada. […] Esto genera una identidad débil, que vive en
el ansia de lo provisional, y un sentimiento de vacío, que metafóricamente se
“llena” a menudo con la ingestión de sustancias (alcohol y drogas). O bien con
la ingestión de creencias igualmente “fabricadas”, políticas o
pseudoreligiosas.
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