Massimo Fini
Il Gazzettino, 8 giugno 2012
Claude
Lévi-Strauss, filósofo y antropólogo francés, dividía las sociedades en “frías”
y “calientes”. Las primeras son
tendencialmente estáticas y privilegian el equilibrio y la armonía en
detrimento de la eficiencia económica y tecnológica. Las segundas, a las cuales
pertenece la nuestra, son dinámicas y escogen la eficiencia y el desarrollo
económico en perjuicio sin embargo del equilibrio, puesto que “producen entropía, desorden, conflictos
sociales y luchas políticas, contra todo lo cual los primitivos se protegen y
quizás de manera más consciente y sistemática de cuanto suponemos”. No
existen por tanto “culturas inferiores” y “culturas superiores”. Se trata
simplemente de sociedades diversas que parten de presupuestos diversos, cada
una de las cuales desarrolla solamente algunas de las potencialidades, y no las
otras, presentes en la naturaleza humana.
De cualquier manera el problema de las
sociedades dinámicas es que terminan por ser ahogadas por su mismo dinamismo y
por fracasar justamente en el terreno económico, que es donde han apostado
todo, marginalizando las demás exigencias humanas. Estas sociedades en efecto
no sólo no pueden dar marcha atrás sino que no pueden ni siquiera mantener la
velocidad adquirida, deben siempre aumentarla. Cuando esto ya no es posible la
cinta se rebobina hacia atrás con velocidad supersónica consumiendo en
poquísimo tiempo lo que había sido adquirido en siglos de marcha triunfal. Este
es el riesgo que corremos nosotros, hoy.
Hagamos un ejemplo mínimo que se refiere a
la situación italiana, pero cuyo significado puede ser extendido a todo el
modelo de desarrollo occidental, basado en el crecimiento infinito. La otra noche
estaba participando en un debate con el diputado Roberto Rosso, del PdL [NOTA: Partido de Berlusconi] quien
sostenía que los dependientes píublicos son una enormidad, tres millones y
medio, y era necesario redimensionarlos drásticamente.
“De
acuerdo”, repliqué. “Supongamos que sea posible quitar de
enmedio un millón usando algún ‘amortizador social’. Pero este millón perderá
mucha de su capacidad adquisitiva creando dificultades a las empresas, que se
verán obligadas a prescindir de empleados y obreros quienes perderán, a su vez,
poder adquisitivo y capacidad de consumo, originando por tanto ulteriores
dificultades para las empresas, que deberán liberarse de más personal o cerrar,
en un círculo del cual no se ve el final.”
Es solamente un ejemplo. Pero toda la
situación actual está plagada de estos bloqueos, comenzando por el binomio
inconciliable de rigor y crecimiento, evocado talmúdicamente en todos los
discursos, por el gobierno, por políticos, economistas, sindicatos, cuando ya
no se puede crecer más.
Y
viene la hórrida sospecha de que quizá no se equivocasen totalmente aquellos
primitivos que se han negado a entrar en el maravilloso mundo de la “cultura
superior” y por lo menos se han ahorrado el estrés cotidiano del spread, del FTSI y el MIB, de la Bolsa,
de los mercados, de la spending review, de
los tipos de interés, las hipotecas, la BCE, la FED, el FMI, el IBAN, el ABE,
el PIN, las contraseñas, el iPhone, el iPad, del tablet, de la TDT, del cable para la HDTV; y la frustración, sobre
la cual el tinglado se sostiene, de ver pasar al vecino con el BMW mientras tú
te tienes que conformar, como Fantozzi [NOTA:
Personaje cómico italiano símbolo del pobre capullo, el empleado medio
frustrado y desafortunado], con un
utilitario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario